[:es]La construcción en Estados Unidos de un muro fronterizo con México (de hecho, otro, porque ya hay uno) es, sin duda, un tema de actualidad en ambos países. Se ha debatido ampliamente, habiendo argumentos tanto a favor como en contra; estos últimos básicamente son dos, uno de carácter económico y otro sociocultural, pero también económico.
El primero se refiere a los costos de construcción y mantenimiento, señalando que son demasiado altos y que ni el gobierno federal ni los contribuyentes pueden asumirlo. Pero, entonces, si fuera barato ¿sí lo querrían? O si lo pagara alguien más ¿también? De ahí que Trump proponga que lo pague México.
Según el segundo argumento el muro no tiene sentido debido a la existencia de múltiples relaciones y flujos sociales, culturales y económicos a través de la línea fronteriza. Aunque aquí se olvida que la política fronteriza de Estados Unidos se enfoca a bloquear determinados flujos y que, a pesar de las relaciones transfronterizas, permanecen a ambos lados multitud de obstáculos que las entorpecen.
Este segundo argumento me lleva a señalar que coexisten dos dinámicas fronterizas aparentemente contradictorias (hay una tercera, pero lo dejo para otra ocasión). Una, de endurecimiento de las fronteras, de la cual forman parte la erección de muros y la revisión de celulares en los puertos de entrada; y otra, de desactivación de las fronteras, como los intercambios comerciales (legales) y los proyectos de cooperación transfronteriza. Hay quienes dirán que su simultaneidad es paradójica; quizá sí, pero la realidad nos muestra que ambas dinámicas ocurren, en un grado u otro, al mismo tiempo y en una misma frontera.
Un ejemplo reciente de su desactivación nos lo ofrece el intento por concertar y coordinar las acciones de planeación y desarrollo urbano de las ciudades gemelas de Matamoros, Tamaulipas y Brownsville, Texas.
Hay distintos retos urbanos donde convergen, lo que constituye una oportunidad para que cooperen. Algunos de estos son el drenaje de las aguas pluviales y la gestión de las inundaciones; la conservación y restauración de los lagos que hoy se encuentran dentro de la mancha urbana; la gestión de la movilidad motorizada entre ambas ciudades; la revitalización de los centros históricos y la conservación del patrimonio arquitectónico; la recuperación del río y sus riberas como un espacio social; la transformación de los antiguos espacios ferroviarios; y la planeación de nuevos puentes internacionales; entre otros.
En esta dirección, a lo largo de este año 2016 se ha llevado a cabo un proceso de reflexión en y entre ambas ciudades sobre los retos urbanos compartidos y la forma de abordarlos conjuntamente, lo que se denominó “UrbanLab Matamoros-Brownsville”.
Este proceso, además, formó parte de los trabajos previos a la conferencia de la ONU Habitat III, recientemente celebrada en Quito, Ecuador, donde fueron presentados los resultados. En este UrbanLab binacional han participado los respectivos gobiernos locales y varios organismos competentes en el ámbito urbano de ambas ciudades (organismos de planeación urbana, de gestión del agua, drenaje y obras públicas, colegios profesionales de arquitectos, etc.), además de instituciones de educación superior e investigación científica como El Colegio de la Frontera Norte.
Que se celebrara ya es un éxito en sí mismo, pero durante su desarrollo también se manifestaron varios obstáculos de un lado y otro a una posible cooperación, desde los diferentes métodos de planeación y gestión, los recursos económicos y humanos disponibles, las leyes y regímenes jurídicos, hasta el dominio del inglés y el español. La permanencia de estos obstáculos es, en mi opinión, mucho más insidiosa que la construcción de un muro fronterizo. Ojalá los esfuerzos se dirigieran a resolverlos.
Xavier Oliveras González
El Colegio de la Frontera Norte Matamoros[:]