Definir con precisión la violencia contra las mujeres

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Opinión de Julia E. Monárrez Fragoso Profesora-investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

lunes 25 de agosto de 2014

A la violencia que sufren las niñas y las mujeres, por parte de hombres violentos, se le llama violencia de género. Esta violencia se presenta como un continuo que va desde el grito, el menosprecio, la descalificación, el golpe, la omisión de cuidados, el abuso sexual, la tortura sexual y puede llegar hasta la tentativa de feminicidio o al feminicidio. Estos actos violentos suceden en espacios privados y en espacios públicos. Los agresores pueden ser conocidos o desconocidos de la niña o la mujer que recibe y sufre en su cuerpo y en su psique la violencia.

Esta definición me permite explicar dos casos que paradójicamente resultan contrastantes y similares: las violencias que sufrieron las jóvenes mujeres Natalia Berenice Ramos Gutiérrez y Laura Guerrero. La primera de ellas sufrió una violación tumultuaria, en el sótano de un mercado, por parte de varios agentes de la policía municipal de Ciudad Juárez en el año 2012. Las sevicias sexuales de las que fue objeto al igual que los golpes y la descalificación a su persona y a su estado de gravidez- que ella fingió para poder escapar en vano del trato cruel e inhumano que se le dio- corresponden a una TORTURA SEXUAL por parte de agentes del Estado. Aún más, de acuerdo a declaraciones que circulan en los medios de comunicación, la madre de Natalia comenta que después de haber sido violada y encarcelada por el delito de extorsión -que probablemente cometió la pareja sentimental de su hija- Natalia le dijo a ella: “Mamá me violaron varios, por lo que pasé prefiero morirme, no digas nada porque me amenazaron de muerte”. Esto es una tentativa de feminicidio. Y como en el estado de Chihuahua el feminicidio no ha sido aún tipificado, es UNA TENTATIVA DE HOMICIDIO POR RAZONES DE GÉNERO, de acuerdo a la Sentencia del Campo Algodonero (2009) que culpabilizó al Estado mexicano por no aplicar la justicia a las mujeres.

Fernando Vargas Molina, es el nombre del sujeto que golpeó, desde su condición de hombre violento y con práctica en el boxeo a su novia Laura Guerra la semana pasada. El continuo de la violencia que ella sufrió, fue desde los insultos hasta ser abandonada inconsciente y con heridas graves que merecieron hospitalización por este sujeto que la depositó en un parque. Esto es una TENTATIVA DE FEMINICIDIO. Y como en el estado de Chihuahua el feminicidio no ha sido aún tipificado, es UNA TENTATIVA DE HOMICIDIO POR RAZONES DE GÉNERO, de acuerdo a la Sentencia del Campo Algodonero (2009) que culpabilizó al Estado mexicano por no aplicar la justicia a las mujeres.

En el caso de Laura, las redes sociales, conformadas primordialmente por sus amigas y sus amigos, han puesto el caso en la discusión local, nacional e internacional. También, dentro de sus acciones contemplan una marcha este fin de semana para pedir que se haga justicia y el agresor sea llevado a los tribunales.

Natalia tiene menor capital económico y redes de apoyo social que reclamen su integridad, su valor como mujer y ser humana y el derecho a la reparación del daño y la aplicación de la justicia a los agentes estatales que la agredieron y a quienes fueron testigos(as) y callaron. Sólo le queda el apoyo de las instituciones que se han creado para defender las violaciones a los derechos humanos, en este caso, La visitadora de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, Flor Karina Cuevas Vásquez.

Sólo me resta decir que ambos casos son paradigmáticos y las figuras que se han creado en el estado de Chihuahua y en el municipio, para el avance de la condición de las mujeres, deben estar atentas para que haya reparación del daño a ambas mujeres: este es emocional, psicológico, social, sexual, moral y económico. Pero ante todo, que ninguna de las violencias que sufrieron estas dos mujeres por parte de los agresores se diluya en la falta de precisión y la impunidad. Muy bien por esa marcha: ¡Si agreden a una nos agreden a todas!

*Dra. Julia E. Monárrez Fragoso, investigadora de El Colef.