Opinión de Jesús Frausto Ortega Profesor-Investigador del Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 16 de enero de 2014

Algunas características asociadas al concepto de la cultura del agua se relacionan con los valores y hábitos que tiene el ser humano para hacer un uso ambiental o racional de dicho recurso. En el contexto del agua que suministran los organismos operadores para las ciudades, el servicio de agua potable, dicho concepto se traduce principalmente en una política de promoción y solicitud a los usuarios del servicio de hacer un buen uso del líquido, bajo las premisas de un recurso hídrico cada vez más escaso al que es necesario cuidar y de usos inadecuados por parte de la población.

La concientización de la población en el cuidado del agua se lleva a cabo principalmente a través del Programa de Cultura del Agua. En la práctica sin embargo, este programa limita su interés a ciertos grupos de población. En el caso de Nuevo Laredo, por ejemplo, dicho proyecto concreta su atención primordialmente en los niños y jóvenes estudiantes a los que se concientiza sobre el cuidado y buen uso del recurso.

Por otra parte, cuando se habla de cultura del agua nada se dice sobre la actuación de los organismos operadores o de los encargados de la política de la gestión hídrica. En ese sentido, parece haber una contradicción: a) por una parte, se pide a la población hacer un uso racional del agua y pagar por el servicio correspondiente; b) por otra, no parece concebirse como parte de esa cultura al manejo sustentable y eficiente del recurso que deben hacer los organismos operadores.

Esto es, relacionado con esto último, el manejo del agua se hace en general en términos de ineficiencia. Por ejemplo, del agua que se suministra a la población no se contabiliza entre el 40 y el 50% -o más- (en el caso de Nuevo Laredo, es del 57%). Entre otras cosas, se pierde debido a fugas por el mal estado de la red de conducción; por la falta de medidores del agua que impide contabilizar el consumo real del líquido que hace la población y conocer sobre el desperdicio de agua de los usuarios. En ese sentido, se tienen altas cifras en la dotación media de agua para la población (en Nuevo Laredo se traduce en 404 l/hab/día). Datos tomados de CONAGUA, 2012.

En esa contradicción, suponemos que las acciones de ineficiencia en el manejo del agua repercuten en el tema de la cultura del agua. En un razonamiento hipotético, la gente se preguntaría: ¿Cómo voy a cuidar el agua, si las autoridades no lo hacen? En la práctica, esta percepción de ineficiencia en su manejo la población la puede hacer a partir de observar las fugas del líquido o del brote de aguas negras (hechos referidos frecuentemente en los medios de comunicación); el conocer que el vecino no cuenta con medidor de agua; el saber de cierta población con problemas de pago de su recibo (problemática también expuesta en forma frecuente en los medios informativos).

En la medida en que la gente conozca y esté informada de los problemas en torno al agua -y tenga referentes sobre una actuación de las autoridades en el manejo eficiente del recurso que provén a la población-, en esa medida se dispondrán de mayores argumentos para comprometer a la sociedad en su participación en pro de acciones de cultura del agua.

En ese razonamiento, las medidas adoptadas por los organismos operadores del agua deben contribuir en pro de una cultura del agua y como tal en una gestión sustentable del recurso. Acciones sobre: la calidad del agua que provén; el manejo eficiente del recurso; el tratamiento de aguas residuales y su reuso; la conservación de las fuentes del agua; los usos eficientes del recurso; el mejoramiento y mantenimiento de la infraestructura; involucrar e informar a la población en la política hídrica; y en general, en el mejoramiento de los indicadores de su gestión; entre otras.

Después de todo, la cultura del agua involucra tanto las acciones de la población en torno al uso del recurso como las actuaciones de las autoridades sobre su gestión y manejo.