El 30 de agosto pasado se conmemoró el día internacional de las víctimas de desapariciones forzadas. Las Naciones Unidad declaró esta fecha como un llamado de atención a los países miembros en vista de la mayor frecuencia de casos de desapariciones forzadas en el mundo. El objetivo de quien perpetra es infundir miedo, terror en la población, y lo logran.
Décadas atrás, cuando en México se hizo evidente la condición de país de paso para los migrantes de origen centroamericano y los migrantes mexicanos devueltos por autoridades migratorias de Estados Unidos quedaban varados en la frontera, surgieron muchas de las casas y refugios de apoyo humanitario para migrantes. Su labor fue y continúa siendo fundamental para las personas que temporalmente permanecen en las ciudades de tránsito, ya sea por su viaje rumbo al norte o retornando hacia el sur. Mucha de esta labor humanitaria se da por iniciativas de la iglesia, pero con el paso de tiempo surgieron también iniciativas desde la comunidad para formar asociaciones civiles o simplemente grupos de apoyo.
La tarea de estos grupos de ayuda humanitaria se ha complejizado tanto como el mismo fenómeno migratorio. Hay distintas experiencias de trabajo y alcance de las casas y albergues para migrantes. Algunos han delimitado su labor humanitaria a proveer alimentos, hospedaje y atención básica; otros en cambio han buscado además generar acciones de defensoría de derechos humanos, de incidencia social y de política pública para sensibilizar a la sociedad y a las distintas autoridades sobre el tema migratorio. Sin embargo, desarrollar estas tareas en Tamaulipas se ha convertido hoy en una labor de alto riesgo por el clima de inseguridad que se vive y porque los migrantes son un grupo de alta vulnerabilidad. Tan sólo durante el año 2018 cerca de mil personas, presuntos migrantes secuestrados o privados de su libertad, fueron encontradas en casas de seguridad de grupos delictivos en la entidad; en tanto el Centro Nacional de Planeación e Información para el Combate a la Delincuencia refiere que entre los años 2006 y mayo de 2018 se registraron cerca de seis mil personas desaparecidas en Tamaulipas.
El tres de septiembre pasado se cumplió un mes de la desaparición forzada de quien encabezaba la labor de Casa Amar en esta ciudad. Los relatos dicen que salió en defensa de un grupo de migrantes extranjeros. Nada se sabe desde entonces y es comprensible el temor de otras organizaciones sociales que ven las barbas del vecino cortar. Sin embargo, debemos recordar e insistir en la importancia de las casas y albergues para migrantes quienes al final del día realizan una tarea que nadie más hace, una tarea que le compete al Estado mexicano, una tarea que alguien más deberá encabezar si las iniciativas sociales desaparecen frente a la amenaza y el riesgo.
Pueden tomarse varias medidas como desarrollar una cultura del autocuidado entre el personal de las casas y albergues para migrantes. Tal como se dijo existen distintas experiencias de trabajo y alcance de sus tareas, por lo cual muchos de estos albergues sólo cuentan con estructuras de organización básicas para su funcionamiento: preparación de alimentos, organización de donaciones y/o trabajo del voluntariado. Pero frente a la realidad actual en Tamaulipas es necesario que desde el Estado se les apoye para implementar protocolos de seguridad para su personal y voluntarios, así como de las personas que resguardan. Se trata de fomentar en ellos recursos para su protección. Es fundamental comprender que debemos cuidar a los cuidadores.
Blanca Vázquez
El Colegio de la Frontera Norte