Cruzar la frontera y ser hombre

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Opinión de Óscar Misael Hernández Hernández Investigador del Colegio de la Frontera Norte, sede Matamoros de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 6 de septiembre de 2012

El sábado 7 de julio, un agente de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos disparó en contra de un joven mexicano, causándole la muerte. Estos hechos sucedieron en uno de los puentes de la frontera entre Matamoros, Tamaulipas y Brownsville, Texas. No se trata de un caso aislado. Por mencionar otro, en mayo del 2010 otro joven mexicano fue detenido por los agentes fronterizos en el otro extremo de la frontera méxico-americana, esposado a la espalda y golpeado. Posteriormente un agente le aplicó varias descargas eléctricas.

Situaciones como las descritas no son tan sorprendentes. Desde hace tiempo que familiares de migrantes mexicanos, e incluso centroamericanos, han denunciado los actos de violencia por parte de las autoridades migratorias estadunidenses. Incluso, las propias autoridades mexicanas han demandado el esclarecimiento de los hechos y exigido justicia en apego a los derechos humanos y acuerdos internacionales. No obstante, todo sigue igual en la frontera.

Para los especialistas, obedecen a un tipo de esquizofrenia estadunidense que se dio a partir del11 de septiembre, con lo cual la vigilancia y seguridad en las fronteras de aquel país se incrementaron, aunque ello ha significado cierto grado de violencia e impunidad hacia quienes cruzan, en particular de forma ilegal. Para otros, se trata simplemente de los peligros que enfrentan los migrantes; en cierta forma algo normal además de las posibles picaduras de animales, asaltos, ahogos o deshidratación.

Durante 2011, el Instituto Nacional de Migración registró un total de 405 mil 457 mexicanos repatriados de los Estados Unidos, de los cuales 389 mil 933 eran mayores de edad y 15 mil 524 menores de edad. Entre los primeros el 90% eran varones y entre los segundos poco más del 80%. Es decir, predomina la emigración transnacional masculina, lo que en parte explica por qué se conocen más casos de violencia contra varones, y no mujeres, en la frontera norte.

Pero más allá de las cifras puede haber otra explicación: el ser un hombre incrementa la posibilidad de vivir un peligro al cruzar la frontera de forma irregular. Los estudios sobre la masculinidad, desarrollados desde la psicología, la sociología y la antropología, han encontrado que ésta conforma un tipo de armadura que también somete a quien la porta, es decir, el poder y la dominación masculina son una carga y fuente de presión para los mismos hombres; por consiguiente, como señala Benno de Keijzer, el hombre es en sí mismo factor de riesgo.

Mientras que en su país, México, ejercen el poder con sus novias, esposas, hijas o hijos, en la frontera dicho poder se desvanece al enfrentarse con otros hombres, cuyo poder es legitimado por un discurso patriótico y objetos significados como las armas, el uniforme y el escudo. Cruzar de manera ilegal, entonces, incrementa el peligro para los varones por el hecho de desafiar a otros hombres como los agentes, porque de lograrlo, ponen en entredicho tanto la seguridad nacional como el valor y la habilidad masculina de proteger la frontera americana.

Después de todo, Juan Pablo Santillán, el migrante de 30 años asesinado por el agente fronterizo en el puente internacional Los Tomates-Veterans, no sólo murió por intentar cruzar la frontera de manera ilegal, sino también por desafiar la autoridad de un hombre que abusando de su poder hizo uso de su arma. Claramente, fronteras internacionales, masculinidad, poder y derechos humanos se articulan como un todo que es necesario reflexionar y, en especial, que la cancillería mexicana tome una postura enérgica al respecto.