Corredor Fronterizo: Refugio: del hogar a la boca del lobo

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Opinión de Melissa Ley Cervantes Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

lunes 12 de junio de 2017

El próximo 20 de junio se celebra el Día Mundial de los Refugiados que tiene como objetivo reconocer el valor y la fortaleza de aquellos que se ven obligados a abandonar sus hogares a causa de la guerra, la violencia y la persecución, y a buscar seguridad en otro lugar. Las cifras más recientes revelan que tenemos más de 16.5 millones de personas a quienes “celebrar” alrededor del mundo. Vaya fiestón.

En este caso por supuesto, las celebraciones implican un ejercicio de sensibilización y concientización que ayude a impulsar acciones desde la sociedad civil y desde el gobierno. Si al final del día usted se pregunta ¿qué puedo hacer?, la celebración ha cumplido con su objetivo.

Si bien es cierto los conflictos en Nigeria, Yemen, Sudan y Siria están generando millones de desplazados tanto internos como internacionales, la problemática de los refugiados no se limita a África y el Medio Oriente. De manera creciente México se ha convertido en el destino de miles de personas empujadas por la violencia y la inseguridad en los países del Triángulo del Norte Centroamericano (Guatemala, Honduras y El Salvador).

En 2016 la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (COMAR) recibió 8,781 solicitudes de refugio, casi siete veces más que las recibidas en 2013 (1,296). Este es un incremento notable, sobre todo si se contempla que en la mayoría de los casos las personas que huyen de Centroamérica ni si quiera están enteradas de que tienen derecho a pedir refugio en nuestro país. De hecho, según la Encuesta sobre Migración en la Frontera Sur de México* (Emif Sur) el 13 por ciento de las personas centroamericanas deportadas por México dijeron estar en riesgo en su país de origen, y de éstas, el 63 por ciento no sabía que tenía derecho a solicitar refugio en nuestro país.

Aunado al desconocimiento, el proceso de solicitud de refugio en México es una barrera muchas veces insoslayable en la búsqueda de éstas miles de familias por un lugar (más) seguro. Imagínese, para pedir refugio en México, uno tiene que presentar la solicitud ante la COMAR que tiene dos oficinas: una en la Estación Migratoria Siglo XXI, en Tapachula y otra en la colonia Polanco, en la Ciudad de México. Es decir o se mete en la boca del lobo o intenta llegar a una las colonias más exclusivas de la ciudad (con todo lo que esto implica). En caso de no poder presentar la solicitud en persona puede hacerlo a través del Instituto Nacional de Migración, de nuevo, la boca del lobo. En caso de haber logrado hacer la solicitud tiene que esperar 45 días para recibir una resolución y es muy probable que, si no había sucedido antes, para ese entonces ya se encuentre detenido en alguna de las estaciones migratorias.

¿Qué podemos hacer? Respaldemos a las organizaciones de la sociedad civil dedicadas al apoyo a migrantes (ya sea con donativos o por medio del voluntariado), para que puedan informar del derecho a solicitar asilo y acompañar a los posibles solicitantes durante el proceso. Pidamos una ampliación de las capacidades operativas de la COMAR. Exijamos al gobierno que garantice un proceso justo y eficiente en el que el solicitante se sienta amparado, y en el que haya un verdadero respeto al principio de no devolución. Pero sobretodo, entendamos que la movilidad humana es cada vez más compleja y que la realidad migratoria de nuestro país está cambiando, ya no sólo somos un país de origen y de tránsito, cada vez más personas buscan asentarse en México. Intentemos que nuestro país se convierta en un hogar y no en la boca del lobo.

*Datos preliminares

Melissa Ley-Cervantes
Cátedrática CONACyT-El Colegio de la Frontera Norte