Corredor Fronterizo | Patrimonio industrial de Monterrey, más que viejas fábricas

Regresar a Columnas de opinión

Opinión de Isabel C. Sánchez Rodríguez Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 19 de mayo de 2022

Además de sus montañas, un elemento importante del paisaje de Monterrey está conformado por grandes fábricas, por nombrar algunas de las que se instalaron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en lo que aquel entonces era la periferia de la ciudad, hoy la zona norte de la avenida Colón.

Aunque hoy en día nos concentremos en los efectos negativos que ellas representan tales como la contaminación ambiental y auditiva, o el privilegio que tienen las fábricas sobre el uso del agua; es innegable que éstas forman parte de nuestra historia y constituyen nuestro patrimonio industrial.

Como patrimonio industrial entendemos, según el International Committee for the Conservation of the Industrial Heritage, “el conjunto de restos de la cultura industrial que poseen un valor histórico, tecnológico, social, arquitectónico o científico. Estos restos consisten en edificios y maquinaria, talleres, molinos y fábricas, minas y sitios para procesar y refinar, almacenes y depósitos, lugares donde se genera, se transmite y se usa energía, medios de transporte y toda su infraestructura, así como los sitios donde se desarrollan las actividades sociales relacionadas con la industria, tales como la vivienda, el culto religioso o la educación” (https://ticcih.org/).

Valorar, conservar y estudiar el patrimonio industrial es importante, pues es una forma de mantener viva la cultura de un lugar, ya que éste forma parte de la identidad de las comunidades y refuerza su integración, su memoria colectiva y su sentimiento de pertenencia, debido a que retomar todo lo que hay detrás de la memoria industrial nos lleva también a evocar sentimientos, recuerdos, historias con las que muchos de nosotros crecimos.

Al respecto, acaba de concluir la novena edición del Congreso Internacional sobre Patrimonio Industrial, que se llevó a cabo del 11 al 13 de mayo en las instalaciones del Laboratorio Ciudadano y la Escuela Adolfo Prieto. Este evento es organizado por el Comité para la Conservación del Patrimonio Industrial de Nuevo León, que está integrado por la Secretaría de Cultura de Nuevo León; el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (Conarte); el Archivo General del Estado de Nuevo León (AGENL); el Parque Fundidora; el Archivo Histórico de Fundidora; el Museo del Acero Horno 3; El Colegio de la Frontera Norte (El Colef); la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL); el Acervo Histórico de FEMSA; Heineken México y el Grupo Patrimonio Industrial de México: Conservación, Estudios, Divulgación (Pimced); y su objetivo es propiciar un espacio para el encuentro de ideas, proyectos y experiencias de la situación que guarda el patrimonio industrial a nivel internacional.

A través de mesas temáticas se discutieron diversas dimensiones del patrimonio industrial, donde éste no solo es representado por bienes muebles (herramientas, maquinaria) e inmuebles (edificaciones); sino también corresponde a una dimensión inmaterial que va desde conocimiento hasta cultura alrededor de la industria, así como la dimensión artística a través de trabajos que se inspiran en la actividad industrial, y más recientemente se estudia a través de nuevas tecnologías de información.

Por ende al pensar en todo lo que hay alrededor de las fábricas: conocimientos que tienen las personas que trabajaron ahí; el entorno donde se ubican: viviendas obreras, tiendas, establecimientos de comida, cantinas, servicios y oficios complementarios. Así también como en las dinámicas que se generan entre ellos tales como las asociaciones de obreros, equipos deportivos, etcétera. Podemos decir que sin la memoria de quienes trabajaron en ellas, las fábricas solo serían edificaciones.

Por ejemplo, en Monterrey nuestro referente más emblemático respecto al tema son las instalaciones de lo que fue la Fundidora Monterrey -hoy Parque Fundidora-, quienes ahora caminamos por sus instalaciones no dimensionamos que ese espacio fue por muchos años una pequeña ciudad en la que había una escuela, un hospital, un parque de beisbol, llegaba el ferrocarril, y en la que de las imponentes chimeneas del Horno 3 salían llamas de un tono rojizo que no se apagaban ni de día ni de noche, y eran visibles desde lejos.

En la cervecería hasta hace unos años se podía entrar a sus jardines a tomarte gratis una de las cervezas más frescas que existían, incluso les daban a las y los niños. Era común ver a grupos de pensionados reunidos bajo la sombra de los árboles jugando dominó y disfrutando de sus cervezas.

O también podría nombrar cosas no tan agradables como los olores fétidos que se desprendían de la Celulosa (Cidsa).

Como estas, podría contar otras historias que nos dicen que el patrimonio industrial es más que viejas fábricas.

Isabel C. Sánchez Rodríguez

El Colegio de la Frontera Norte