Nos guste o no cada país tiene la libertad de administrar la inmigración a su territorio. Evidentemente debemos demandar un trato humanitario para los migrantes indocumentados y documentados, pero es inútil y cuestionable exigir a Estados Unidos que no intente detener a los indocumentados que buscan ingresar por su frontera.
Uno de los temas más significativos de este año fue la construcción de los prototipos de un muro fronterizo “grande y hermoso” entre México y Estados Unidos. Uno de los argumentos que Donald Trump manejó en su campaña electoral para emprender semejante proyecto fue detener la migración indocumentada, de mexicanos en particular y extranjeros en general. Sin embargo, el flujo de mexicanos sin papeles que busca ingresar a Estados Unidos va en declive desde hace muchos años.
Los datos de la Emif Norte, encuesta que El Colef realiza desde hace casi 25 años, indican que el número de migrantes que llega a la frontera norte de México con la intención de cruzarla de forma indocumentada, pasó de 682 mil a tan sólo 25 mil eventos entre 2007 y 2016, lo que representa un descenso del 96 por ciento. El escenario anterior se observa también con datos de la U.S. Border Patrol, en el año fiscal 2000 se registraron 1.6 millones de capturas de mexicanos indocumentados en la frontera suroeste, mientras que en 2016 fueron tan sólo 191 mil. Y los datos presentados esta semana por esa misma oficina indican que 2017 presenta un mínimo histórico en el registro de migración indocumentada, medido a partir de aprehensiones a lo largo de la frontera y de personas identificadas como inadmisibles en los puertos oficiales de entrada (CBP Border Security Report Fiscal Year 2017).
Es una tarea compleja explicar por qué se observa el descenso de la emigración mexicana a Estados Unidos ya que es un fenómeno asociado a múltiples factores por ejemplo, económicos, culturales e incluso asociado a violencia (y a México no le ha ido bien en estos rubros), pero aquí se sugiere que el mayor control fronterizo ha tenido un papel destacado en frenar y desalentar este flujo, pues el cruce fronterizo a partir de finales del siglo XX se volvió cada vez más complicado y costoso, incluso los migrantes tuvieron que buscar nuevos puntos de cruce por lugares más inhóspitos, situación que ha costado la vida de miles de personas. Lo anterior justifica cuestionar a quienes ven la necesidad de construir un muro más, incluso a quienes tengan una clara orientación anti-inmigrante en Estados Unidos, considerando que ya hay barreras físicas en la frontera construidas por el gobierno estadounidense, quizá no grandes y hermosas pero sí efectivas.
Se debe destacar además que, aunque Estados Unidos siga con su propuesta de fortalecer su frontera, no cesará su demanda de trabajadores con un perfil como el que ofrecen los mexicanos indocumentados. Se trata principalmente de hombres en la primera etapa de su trayectoria laboral, por lo que su inclusión en la sociedad estadounidense representa un beneficio al rejuvenecer su fuerza laboral, y sobre todo porque típicamente los mexicanos compiten por puestos de trabajo que son poco atractivos para los nativos. Paradójicamente en años recientes, en los que ha disminuido la migración indocumentada, aumentó el número de visas otorgadas para trabajadores no profesionales, específicamente visas H-2A y H-2B. Entre los años fiscales 2011 y 2016, el número de estas visas aumentó 106 por ciento, pasó de 106 mil a 218 mil, cabe destacar que en 2016 los mexicanos recibieron la gran mayoría (182 mil, 83%).
Entonces ¿para qué seguir construyendo muros? Repito, no sugiero que Estados Unidos no tiene el derecho de vigilar su frontera, pero al menos desde la perspectiva migratoria ¿se justifica más inversión de recursos en ese rubro?
Dr. Luis Enrique Calva Sánchez
El Colegio de la Frontera Norte