Corredor Fronterizo | Las bondades del federalismo

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Opinión de Arturo Zárate Ruiz Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 17 de agosto de 2023

Las opiniones expresadas son responsabilidad de quien las emite y no reflejan necesariamente una postura institucional de El Colegio de la Frontera Norte.

Aunque desde 1824 México eligió el régimen federal, el centralismo pervive en gran medida en nuestro país; se llega, en no pocas ocasiones, a endiosar al Tlatoani. Por ello es conveniente recordar las ventajas del federalismo, que es mucho mejor si nos esforzamos en hacerlo funcionar bien.

Distribución de poderes. Por milenios nadie ha negado que, en términos de eficacia, la unidad de mando sea lo mejor. Si un monarca o aun un tirano manda X, no hay duda que se hará X. El problema es que X no es necesariamente algo que queramos o que nos convenga a todos. Los tiranos por lo regular adoran las murallas chinas o las pirámides egipcias, las cuales dudo le sirvan a la gente común. Aquellos acostumbran además a aplastar y destruir a quienes disientan. El freno para sus abusos ha sido siempre la distribución de poderes. En el federalismo no solo se distinguen el Legislativo, Ejecutivo y Judicial, también los locales, estatales y nacionales, los cuales erróneamente se describen en orden jerárquico ascendente, cuando en realidad identifican solo los ámbitos propios. De hecho, al gobierno nacional solo le corresponderían funciones que le deleguen los estados en la medida que los rebasen o abarquen toda la nación, como la regulación del comercio, la defensa nacional y las relaciones exteriores. Así la educación, en el federalismo genuino, no es una de sus facultades, ni siquiera de los gobiernos estatales. En Estados Unidos la educación la rigen los distritos escolares locales, porque aun antes es una responsabilidad de cada familia.

Subsidiaridad. Según el principio de subsidiaridad conviene que, en la medida de lo posible, los encargados de resolver un problema sean los más próximos a él, es decir, los mismos afectados, quienes lo conocen mejor, no entidades grandes y distantes como el Estado, aun en su expresión local, no hablemos de la nacional; pues de otro modo este Estado nos estaría dando instrucciones detalladas, ya no digamos sobre cómo educar en casa a nuestros hijos o cómo aderezar los tacos que les servimos en la cena, sino inclusive sobre cómo usar el pañuelo a la hora de limpiar nuestra misma nariz. Así, el derecho de las instancias menores de resolver los problemas por si conviene, precede o no siempre es cedida a la institución misma del Estado. Y si interviene el Estado, debe hacerlo primero en sus niveles más próximos al problema, es decir, el gobierno local. Solo problemas que atañan a toda la nación exigirían la intervención del gobierno nacional.

Libertad y freno al estatismo. Si observamos bien, una gran mayoría de los problemas los podemos resolver individualmente, o en familia, o con la ayuda de la comunidad, es más, como se nos dé la gana, sin que intervenga el Estado, que cobra impuestos, por ello impone las soluciones, aunque ni vengan al caso ni nos gusten. El federalismo así no solo es un freno a la concentración del poder, es además un freno al estatismo, al intentar resolver todos los asuntos de la vida por medio del Estado.

Unidad en la diversidad. Las repúblicas federales suelen ser grandes. Y ocurre así porque se admite la diversidad de regiones y localidades a través de los gobiernos y leyes locales y estatales. Así pueden integrarse grandes estados nacionales en torno a unos pocos principios u objetivos comunes. Las repúblicas centrales son en cambio chicas por uniformizar las más mínimas leyes y querer aplicarlas a cada región. Entonces, si son muchas las regiones, la homogenización es imposible y la república se quiebra.

Virtud ciudadana. Por supuesto, si el federalismo sirve para frenar la concentración de poder y devolvérselo al ciudadano, el federalismo solo podrá funcionar si el ciudadano asume el reto de resolver por sí mismo sus problemas, en vez de esperar que papá gobierno lo haga. Así, no es que el federalismo no funcione en México, sino que no nos hemos aún atrevido a hacerlo funcionar. Hagamos nuestra tarea por nosotros mismos, fortalezcamos los gobiernos locales, es más, nuestras familias si no queremos que un funcionario de lejos nos mande, e inclusive nos imponga cómo peinarnos (ya lo hace en muchas escuelas).

Arturo Zárate Ruiz

El Colegio de la Frontera Norte-Unidad Matamoros