Corredor Fronterizo | La violencia que no vemos contra los migrantes

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Opinión de Blanca Vázquez Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 31 de marzo de 2022

La frontera de Tamaulipas ha vivido en días pasados una ola de actos violentos que alteran de nueva cuenta la cotidianidad de quienes ahí viven. No es que sea nuevo, en realidad han sido cerca de dos décadas durante las cuales los habitantes de esa frontera han atestiguado actos criminales en las calles, con regularidad por algunos periodos de tiempo y con aparente tranquilidad durante otros momentos. Lo que es un hecho es la presencia constante de grupos delictivos que al llevar a cabo sus actividades alteran el día a día de quienes allí viven. Sin restar gravedad a lo que allí ocurrió las semanas pasadas, en la frontera de Tamaulipas hay una violencia permanente que no vemos y que involucra a las personas migrantes.

Desde el momento en que los grupos delictivos diversificaron sus fuentes de ingreso, además del tráfico de drogas, los migrantes y sus familias han sido blanco de extorsión, amenazas, secuestros, privación de la libertad y, en algunos casos, muerte. Esa violencia contra las personas migrantes no la observamos, pero ahí está: en las agresiones contra defensores, casas y albergues para migrantes; en las historias narradas por mujeres y hombres que diariamente llegan a la frontera tamaulipeca o permanecen temporalmente en ella en espera de su oportunidad para cruzar a Estados Unidos.

Ya sea que las propias personas aceptaron ser trasladadas por grupos de traficantes disfrazados de coyotes o polleros, o que las y los migrantes sean interceptados en centrales de autobuses, en las calles y plazas de las ciudades, afuera de las casas y albergues o incluso en la puerta de salida hacia México en los puentes internacionales, quienes llegan a Tamaulipas probablemente sufren las peores experiencias de vida.

Recupero aquí la historia narrada por una mujer con su hijo menor de edad, venidos de Guatemala, quienes llegaron a México en una de las varias caravanas de migrantes centroamericanos durante el año 2021. La solicitud de asilo de la mujer fue rechazada por el gobierno de Estados Unidos, por lo que ella decide aventurarse a cruzar de manera no documentada; posteriormente ella y su hijo fueron devueltos a México a través de la frontera tamaulipeca donde: “En Nuevo Laredo, de ahí en el puente dos fuimos secuestrados tres meses yo y mi hijo. Uno de estos, de los malos –yo los llamo ‘los malos’–, le llama a mi hermana y le dice: ‘Tengo a tu hermana y tu sobrino, y si quieres verlos vivos vas a pagar por ellos, y si no, los mato’. Mi hermana muy asustada les dijo que sí, que ella va a pagar, que no nos hagan nada… y luego el hombre le dijo que él nos va a cruzar y que nos va a entregar allá en San Antonio con mi hermana. Mi hermana dijo: ‘Está bien, tráigamelos, no les haga nada a mi sobrino y a mi hermana, yo le voy a pagar el dinero que quiera, pero no le haga nada’. El señor le dijo: ‘Si vas a pagar por ellos entonces no los voy a matar, te los voy a entregar vivos’. Mi hermana pagó y [los malos] nos encerraron en una bodega, no comíamos casi nada, días que sí comíamos, días que no y nos gritaba de cosas, nos trataba muy mal y a mi hijo igual” (M28_G).

La historia pudo ser contada porque la mujer escapó de sus secuestradores, aunque ello significó la pérdida de miles de dólares pagados por el servicio de traslado y entrega no cumplidos; así como un sentimiento de miedo permanente por la experiencia traumática vivida por la mujer y el menor, y la familia a distancia. Como esta historia, es frecuente encontrar otras más entre quienes consciente o circunstancialmente cruzan por la frontera de Tamaulipas con interés de ir a Estados Unidos.

En esta frontera, las personas migrantes están expuestas permanentemente a riesgos y amenazas, y en ese sentido no es casualidad que la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Tamaulipas solicitara al gobierno local de Reynosa tomar medidas cautelares, en febrero pasado, para proteger particularmente a menores dentro del campamento migrante que alberga a quienes han llegado en caravana o por su cuenta, o para quienes están registrados en el Protocolo de Protección de Migrantes (MPP) con solicitud de asilo.

A diferencia de la violencia en las calles que se visibiliza inesperadamente y trastoca la vida de los residentes en la frontera de Tamaulipas, la violencia contra las personas migrantes no explota repentinamente, sino que parece ser invisible a ojos de quien tiene la responsabilidad de garantizar seguridad de tránsito. Esa violencia está presente y ha sido constante por años, solo basta escuchar lo que las personas migrantes tienen que contar sobre su experiencia de viaje para hacerse una idea de la gravedad del problema.

Dra. Blanca Vázquez

El Colegio de la Frontera Norte