Corredor Fronterizo: La renovación del centro de Monterrey

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Opinión de Mario Alberto Jurado Montelongo Profesor - Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

martes 22 de noviembre de 2016

La ciudad primera que así se le puede llamar al “primer cuadro” de Monterrey, y que hasta antes de finales del siglo XIX, era el lugar del comercio, de los servicios, de las empresas, de la administración de la ciudad y de la residencia de sus habitantes. Con la industrialización, llegaron los espacios exclusivamente residenciales. Las primeras colonias crecieron alrededor de la industria que se había instalado en las periferias de este primer cuadro. La población del centro empezó a emigrar hacia los lugares aledaños como la colonia El Mirador y después al Obispado.

Con el tiempo, los grandes proyectos, como la Macro Plaza, el Paseo Santa Lucía y el Barrio Antiguo, tuvieron impacto en el desplazamiento forzado de una parte de la población. También existen procesos de resistencia poblacional, de quienes se niegan a abandonar la zona a pesar de las presiones inmobiliarias. Actualmente, la especulación y la especialización comercial y de servicios de algunas partes del centro generan un mercado de predios con precios bastantes dispersos. Existe una gran variación del valor del m2, encontramos precios que van desde los 6 mil hasta 19 mil pesos.

El gobierno interviene en este proceso generando una normatividad que permite liberar en algunos casos, el uso del suelo o permitiendo algunas concesiones en los permisos de construcción. Diariamente, observamos este proceso que en ocasiones refleja la destrucción de viviendas antiguas que aún formaban parte de las edificaciones de finales del siglo XIX. Otras intervenciones ya están en su tercer o cuarto proyecto. Transformando un negocio en otra empresa de servicios, así, también, el derribo tiene el fin de habilitar terrenos baldíos como estacionamientos y permite mantenerlos en espera, pero mientras tanto, se les da un uso para que produzcan alguna ganancia.

Convertir al centro en un espacio caminable es un buen propósito pero que siempre se topa con este proceso de corto plazo que lo va transformando cotidianamente. Ya el historiador Israel Cavazos había mencionado que después del abandono de las antiguas familias de este espacio de la ciudad, se empezó una “obra destructiva” que se reflejó en una pérdida de identidad.

Actualmente, existe una inmigración de sectores jóvenes que buscan aprovechar las casas antiguas que todavía quedan para impulsar sus aficiones y trabajos artísticos y propuestas de servicios de restaurantes, entre otras actividades. Forman pequeñas organizaciones de promoción del primer cuadro con el fin de fortalecerlo, incentivando su poblamiento más permanente.

No sabemos si este proceso de arribo de los jóvenes artistas, profesionistas y promotores culturales, entre otros, va a pasar a ser un caso más de gentrificación donde el capital inmobiliario tomará las riendas del proceso y buscará imponer rentas más altas, tal como sucedió con el Barrio Antiguo, que en los años ochenta era un lugar de esparcimiento de jóvenes estudiantes de las universidades públicas y lugar de residencia de un buen número de habitantes. Posteriormente, el éxito de las peñas musicales propició una avalancha de inversiones que volvió más elitista el barrio porque ahora los clientes tenían mayor poder económico. Actualmente, el proceso se detuvo y parcialmente se reorientó, pero otra vez están al acecho los capitales de los “antros” y de otros servicios para apropiarse y centralizar las actividades más redituables, mediante el apoyo del gobierno que se manifiesta en ocasiones permitiendo permisos de construcción, sin el espíritu de conservación, ni de respeto a los habitantes de esta zona del centro.

Mario Alberto Jurado Montelongo
Profesor-Investigador
El Colegio de la Frontera Norte-Monterrey