Ya contamos con los tres contendientes principales para las elecciones presidenciales: Peña Nieto, Vázquez Mota y López Obrador. Lo que todavía no sabemos son sus promesas posibles, es decir, las que sí pueden cumplir.
Porque lo fácil es que nos prometan sueños: la panista nos asegura que sólo tratará con los maestros y no con sus líderes, Peña Nieto nos dice que con él habrá un nuevo PRI y López Obrador no promete menos que la República del Amor. Hace seis años Calderón, López Obrador y Roberto Madrazo prometieron, respectivamente, resolver los problemas del desempleo, de la pobreza, y, sí, todos los problemas. Para que las cosas se hagan era el lema de Madrazo.
Tal vez hubo un tiempo en que nos era más fácil creer que sí se hacían todas las cosas porque lo ordenaba así un Presidente todopoderoso, y porque todos dizque lo obedecían. Pero hoy los poderes presidenciales están muy acotados. Es más, el Presidente no cuenta ni contará, que es lo más probable, con el apoyo de una mayoría de su partido en el Congreso. Ahora el poder se reparte allí aproximadamente en tercios entre los partidos más importantes.
La dinámica en el Congreso ha sido, desde tiempos de Zedillo, que los dos tercios opositores bloqueen sus reformas (si no por otra razón, para hacer lucir al Presidente como incompetente). Entonces el PAN se opuso a sus reformas del IVA y otras más. Luego el PRI y el PRD se han opuesto a las reformas estructurales de Fox y de Calderón. Sería de ilusos creer que el nuevo presidente no se vaya a enfrentar en su sexenio a estas mezquindades.
Que nos hablen, pues, los candidatos de aquellas cosas que sí podrán hacer, no obstante las mezquindades del Congreso o de otras esferas de poder (por ejemplo, los gobiernos de los estados).
Calderón no ha podido ni podrá convencer al Congreso de la conveniencia de una policía nacional, como lo hubiera deseado para combatir el narcotráfico. Tampoco ha podido y difícilmente podría obligar a los gobernadores de los estados a que pongan a trabajar a sus policías contra las mafias: los estados son soberanos. Y menos convencerá a los norteamericanos acerca de que dejen de comprarles drogas y venderles armas a los capos. Lo que sí puede y ha hecho, porque es parte de sus poderes presidenciales, es ordenarle al Ejército el combatirlos.
Y sin necesidad de pedirle permiso al Congreso pudo, pero no lo ha hecho con suficiencia, según se quejan algunos empresarios, simplificar los trámites para invertir en México. Como también, por poner un ejemplo de otro mandatario, Obama puede lograr, y no lo ha hecho, que los inmigrantes mexicanos estudien en las universidades norteamericanas sin ser perseguidos. Sin esperar Obama para ello a que su Congreso apruebe el Dream Act (algo muy difícil de conseguir).
Que nos hable, pues, cada candidato no de sueños, sino sobre qué sí haría por contar de lleno, para lograrlo, con los poderes presidenciales.