Conocimiento y pandemia: hacia una revaloración social de la actividad científica

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Opinión de Marcos S. Reyes Santos Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 6 de abril de 2022

Después de una larga y severa crisis sanitaria, que mantuvo en vilo al mundo, al parecer, se está disipando lentamente la amenaza letal y empezamos a transitar poco a poco hacia la “normalidad” en nuestras actividades cotidianas. No obstante, la vida de las personas en la postpandemia, tanto individual como socialmente, ya no podrá ser “normal” en muchos sentidos. Por ejemplo, para quienes perdieron a sus seres queridos, a causa del Covid-19, la vida ya no será igual, pues ya no tendrán más a su lado a sus seres queridos fallecidos. Por fortuna, los sobrevivientes también aprendimos la dolorosa lección de que la amenaza es real y que, por lo mismo, hemos tomado conciencia de la importancia de cuidarnos para disminuir la probabilidad de ser contagiados o, en su caso, de volver a enfermarnos.

La toma de conciencia sobre la letalidad del virus y la necesidad del autocuidado es consecuencia de que se disponga de información médica útil, pues, gracias a ello, muchos aún seguimos con vida. Asimismo, contar con el conocimiento médico especializado también ha sido de vital importancia para salvar la vida de las personas que habían sido contagiadas, pero que alcanzaron a llegar al hospital para poner su vida en manos del personal de salud especializado, quien a pesar del riesgo del contagio sigue realizando su trabajo en forma por demás heroica. Por último, también es de suma importancia que se pudiera disponer, en un tiempo relativamente corto, de una vacuna contra el virus, pues ello ha posibilitado que muchas personas reforzaran su protección sanitaria, además de seguir los protocolos del autocuidado de manera individual.

A partir de lo anterior, es evidente la importancia que tiene el hecho de poder contar con el conocimiento médico científico especializado y también que éste pueda ser compartido con oportunidad como información vitalmente útil para evitar contagiarse del virus o para salvar la vida de los contagiados, como parte de las funciones de las instituciones responsables de su divulgación y, sobre todo, del trabajo de científicos y personal médico dedicado a generar, aplicar y compartir al público ese tipo de conocimiento. Sin embargo, contrariamente a la importancia vital de su producto, la actividad científica no siempre tiene una valoración social concomitante y, por tanto, no ocupa un lugar preponderante en las prioridades institucionales del Estado o, cuando menos, en la forma en que debiera serlo.

Algunos estudios revelan que, en general, existe una baja valoración social, tanto sobre la importancia de la propia actividad científica como sobre su posible utilidad en la resolución de los problemas que aquejan a las sociedades contemporáneas, destacando, en este caso, en la percepción social sus posibles efectos dañinos o peligros potenciales que representa más que sus beneficios. Influyen, en ello, factores culturales y creencias míticas, que dificultan una adecuada apropiación del saber científico por parte de los individuos para una fundamentación racional de sus actitudes frente a los fenómenos naturales y sociales de su entorno. Asimismo, influyen también las propias dificultades institucionales estructurales, que enfrentan los científicos y tecnólogos, tanto en su actividad generadora de conocimiento como para la divulgación de los productos de su actividad, lo cual, por supuesto, difiere entre los países del planeta. Por ejemplo, mientras que en México se disponía, en el 2019, de solo 0.7 científicos por cada 1000 habitantes de la PEA; en Estados Unidos, el dato era de 8.5 y en España, de 6.7. Asimismo, mientras que en nuestro país se destinó, en el 2020, tan solo el 0.38 % del PIB al financiamiento de la ciencia y la tecnología; en los países de la OCDE, en el mismo año, el dato fue del 2.4 %, en promedio.

En conclusión, es perentorio que, tanto social como institucionalmente, se haga el esfuerzo hacia una mejor valoración de la actividad científica y tecnológica, con el fin de que, como sociedad, podamos estar más dotados científicamente para enfrentar mejor cualquier tipo de pandemia y de otros problemas sociales y ambientales también urgentes que aquejan actualmente a nuestras sociedades.

Dr. Marcos S. Reyes Santos

El Colegio de la Frontera Norte