Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Valle Investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

martes 17 de abril de 2012

Un fenómeno nuevo en el panorama nacional lo constituye el incremento en la membresía a las denominadas redes sociales. Desde luego que el crecimiento en la adscripción a este tipo de redes virtuales está vinculado al desarrollo y bienestar de las sociedades. Lo que es un hecho es que en México es un fenómeno relativamente nuevo y más su uso intensivo con fines electorales.

Según el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) 38.9 millones de personas usan una computadora. Estamos hablando del 34% del total de la población (que es de 112 millones). De ellos, 32.8 millones utilizan el Internet.  En el Distrito Federal, Sonora y Baja California, 4 de cada 10 hogares cuentan con una computadora, es decir, el 43.4%; mientras que en Chiapas, Guerrero y Oaxaca, 1 de cada 10 hogares tienen acceso a una computadora, lo que representa el 14%. Eso demuestra el argumento anterior: a mayor crecimiento económico mayor utilización de tecnología.

El uso de computadoras se asocia desde luego con el acceso a redes sociales: Según la Asociación Mexicana de Internet, en México existen más de 18 millones de cibernautas suscritos a una red social. Sesenta por ciento son mujeres. Los adultos de entre 25 y 40 años son los más activos y representan el rango de edad con mayor crecimiento en los sitios de interacción social. En promedio, cada usuario de Internet en nuestro país invierte alrededor de cuatro horas diarias en mejorar su perfil.

Twitter con 10.7 millones de usuarios es la red social más popular en México; a nivel mundial es el séptimo país con más usuarios (el número 1 es Estados Unidos). Facebook con más de 4.5 millones de usuarios es la segunda red social más utilizada en nuestro país.

Los datos anteriores cobran relevancia en la actual coyuntura. Estamos ante la primera elección presidencial en la que el uso de redes será un complemento importante de los medios electrónicos y prensa escrita tradicional. Si bien no todos los 18 millones de miembros de una red social se interesan en cuestiones políticas, para un porcentaje importante de ellos representan su principal acceso a información pública. Tenemos la ventaja de los datos duros: veremos si la interacción en redes propicia una mayor participación en las urnas; si los porcentajes de abstencionismo disminuyen sustancialmente podemos tener argumentos para sostener que las redes influyeron.

Sabemos que el abstencionismo ha venido creciendo entre la población joven. El rango de edad que va de 18 a 29 años  representa el 30.54% del listado nominal a nivel nacional y, por tanto, se trata de un alto porcentaje de potenciales votantes. En números absolutos estamos hablando de 24 millones, 311 mil 767 jóvenes inscritos en el listado. En Baja California el porcentaje de jóvenes es similar: 30.11%, es decir, 700 mil, 913 de un total de 2 millones 328 mil 358 registrados para votar. Justamente en ese rango de edad se sitúa una parte importante de los cibernautas, lo que significa que la multiplicación de la membresía en redes sociales pudiera tener su correlato en el incremento de la participación electoral.

Recordemos que en Baja California padecemos un preocupante abstencionismo que nos llevó al último lugar de participación en la elección intermedia de 2009 (con el 69.43% de abstención, mientras que la media nacional fue de 55.32%). Si el activismo político en las redes se traduce en participación electoral estaríamos dando un salto importante en cuanto a vías alternas para consolidar la democracia electoral. Baja California fue laboratorio de la modernización política en 1989, cuando se registró la primera alternancia en un gobierno estatal; esperamos que el uso intensivo de redes sociales sea un medio para romper con la apatía ciudadana en las urnas que ha venido creciendo hasta llegar a promediar el 70% en elecciones estatales y federales. Pero también cabe la posibilidad que no haya correlación entre participación cibernética y tradicional; que, por el contrario, no sólo crezca la crítica hacia la clase política, sino que aumente la postura de que no ir a las urnas es una buena forma de mostrar la inconformidad. Pronto lo sabremos; yo sigo reivindicando la idea de que votar es un camino indicado para transformar y fortalecer a la democracia.