Celso Piña: Un rebelde de buen corazón

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Opinión de Alberto Hernández H. Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 22 de agosto de 2019

Recibimos la noticia del fallecimiento de Celso Piña, un músico autodidacta que se formó en el emblemático cerro de la Campana de Monterrey, integrado por un conjunto de colonias populares caracterizadas por su bravura y un contexto de marginalidad en el noreste del país.

Celso aprendió el manejo del acordeón desde muy joven; comenzó tocando en fiestas familiares y del barrio. Iniciando ese trabajo con dos de sus hermanos. Sin imaginarlo, dio impulso a uno de los géneros musicales más populares en Colombia, adaptándolo a los ritmos, temas y ambientes mexicanos. 

El vallenato y la cumbia fueron los ritmos que Celso trasmitió a muchos jóvenes de todos los contextos urbanos de México. Incluso en la ciudad de Monterrey acompañaría el surgimiento de grupos juveniles conocidos como los “cholombianos”, quienes combinan la vestimenta de pandillas con los colores de la bandera colombiana, entre otros objetos y símbolos de ese país sudamericano. Aunque Celso con su música hizo bailar a personas de todos los sectores sociales, siempre se identificó más con la gente del barrio y especialmente las y los jóvenes a quienes dedicaba sus conciertos.  

La música vallenata es un ritmo surgido y popularizado hace ya más de medio siglo en Valledupar, Colombia, y éste sería el género que dio base al trabajo y el éxito de Celso Piña hasta llegar a ser conocido como el “Rebelde del acordeón”. En una sociedad tradicional de géneros musicales muy arraigados, con su frescura y su toque supo colocar una música muy diferente, al tiempo que visibilizaba a sectores sociales populares.  

Celso se abrió paso en la escena musical dentro y fuera de México, dando sentido a estos ritmos con su acordeón y los músicos que los acompañaban. Por ello fue pionero en la mezcla y fusión de sonidos tropicales como base, conjugándolos con todo tipo de géneros desde el norteño, hasta sonidero, ska, reggae, rap, pop, entre otros. Su acordeón contagiaba alegría, ritmo y movimiento. Quizá por ello hizo bailar a un colombiano tan famoso como Gabriel García Márquez. 

Conocí a Celso en septiembre de 2008 durante el II Encuentro de Latinidades en Tijuana. Evento del que fui organizador con el apoyo del Convenio Andrés Bello de Colombia y El Colegio de la Frontera Norte en México. Celso y su Ronda Bogotá fueron la presentación musical estelar en el Centro Cultural Tijuana (CECUT) frente a miles de asistentes.

Con la gran sonrisa que lo distinguía y su personalidad sencilla, Celso expresó su gratitud por esa invitación y me confesó que él nunca había visitado Colombia, mucho menos conocía el Festival de la Leyenda Vallenata, realizado año con año en Valledupar. 

En ese entonces, como muestra de amistad le obsequié una colección de diez discos compactos, los cuales eran una edición especial que recogía a las grandes figuras del vallenato colombiano. Me comento que al regresar a Monterrey escucharía cada uno de esos discos con detalle. También conversamos sobre la posibilidad de que él participara en uno de estos festivales de música vallenata.

Una anécdota curiosa de ese primer encuentro es que por razones extrañas,  él y su grupo perdieron el vuelo de regreso de Tijuana a Monterrey. Con gran dificultad logré conseguir alojamiento y otro vuelo para el día siguiente. De manera que Celso y su representante quedaron enormemente agradecidos por este gesto. En esa ocasión, quedamos de volver a encontrarnos, pero ahora en su casa en la Colonia Moderna del Cerro de la Campana.  

En septiembre 2014 nos reencontraríamos en Tijuana gracias a la invitación que le extendimos para participar en “El Gran México: las culturas mexicanas más allá de las fronteras” un evento organizado por El Colef que tuvo el propósito de conectar expresiones culturales tanto de México como de Estados Unidos. 

Para estos años, Celso ya era mucho más famoso, había cambiado de representante, pero siempre mostraba esa sencillez y carisma que lo caracterizaron. 

Esta vez salió a escena elegantemente vestido de blanco. Para darse valor tomo unos tragos antes de salir al escenario ante un público ansioso de escucharlo. Esa noche interpretó sus canciones más famosas, entre ellas la Cumbia sobre el Río, Cumbia Poder, Cumbia Sampuesana, La Piragua, entre muchas otras. Se despidió con El Tren, cuya letra dice: “Mañana pa’l norte paso del tren/mañana pa’l norte paso del tren/se va mi amorcito y con él me iré/ se va mi amorcito y con él me iré”.

Esa noche faltaba por tocar La Santa Cecilia de Los Ángeles, pero a no ser por ello, Celso fácilmente pudo haber continuado frente al público que lo ovacionaba. 

Unos años después, en 2017, Celso Piña grabaría un disco acompañado con la Orquesta de Baja California, consiguiendo con ello más de 25 discos lanzados durante su trayectoria artística. Carrera en la que también compartió piezas musicales junto a más artistas y grupos como Julieta Venegas, Natalia Lafourcade, Lila Downs, Control Machete, El Gran Silencio, Cartel de Santa, Café Tacuba, entre muchos otros.       

 Sin duda, Celso Piña dio sentido y vida a un género musical tan colombiano como regiomontano y mexicano. Nos hizo bailar y gozar con sus canciones y ese toque personal que avivaba sus conciertos.  

Ha partido uno los músicos mexicanos más reconocidos en el país, pero su música sin duda seguiremos bailándola y escuchándola en fiestas y celebraciones. 

Descansa en paz querido Celso, siempre serás recordado como el Rebelde del Acordeón, pero también por ser un rebelde sencillo, generoso y de buen corazón. 

Dr. Alberto Hernández H.

El Colegio de la Frontera Norte