Opinión de Jorge A. Bustamante Fernández Profesor-Investigador del Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 9 de mayo de 2013

Si bien yo sigo sosteniendo que toda reunión entre autoridades de México y Estados Unidos tiene importancia, en la evaluación ex post facto, resulta que hay unas reuniones más importantes que otras.

Esta última reunión entre los presidentes respectivos no fue tan importante como fue proyectada por los medios mexicanos, ni tan carente de importancia como fue proyectada por los medios locales estadounidenses. Salvo la nota que publicó con anterioridad a la visita el diario Washington Post, el espacio que le dedicaron los medios locales de Estados Unidos a la visita al Distrito Federal del presidente Obama fue cercano a cero. En cambio, en el caso de los medios mexicanos, difícilmente hubo alguno que no le diera importancia de «primera plana».

En mi opinión, la reunión presidencial resultó de cierta manera irrelevante, pues cuando menos lo fue para los migrantes y sus familias cuyos números, sumados, se acercan a los de la mitad de la población mexicana. Muchos de esos, preocupados por lo que les pasa a los migrantes mexicanos en Estados Unidos, se extrañaron, con razón, de que el presidente Peña Nieto dijera que la cuestión migratoria «era un asunto interno de Estados Unidos» y que esto explicaba que el tema de los derechos humanos de los migrantes brillara por su ausencia en la agenda de la visita.

Esa definición ya la había formulado el embajador de México en Estados Unidos y yo la critiqué en su oportunidad en este espacio (véase: J.A. Bustamante, Reforma, «‘Interno’ vs. ‘bilateral'», 27 de febrero de 2013), entonces me pareció que el embajador Medina Mora había hecho una declaración a título individual que luego sería desmentida por la Cancillería mexicana por implicar un vuelco a la posición tradicional de la política exterior mexicana, de que la cuestión migratoria es, por definición, una cuestión bilateral y que su solución solo puede resultar de la negociación bilateral, tal como lo ha sugerido la ONU a través de la OIT, para los diferendos internacionales en materia de migraciones laborales.

Para mi sorpresa, no solo la Cancillería no corrigió al embajador Medina Mora sino que el propio presidente de México, quien, de acuerdo con nuestra Constitución es el jefe máximo de la política exterior mexicana, declaró, al final de la visita presidencial, lo mismo que su embajador en Washington.

Encontré cuando menos una fuente que sugiere que el gobierno estadounidense presionó al mexicano para que adoptara la misma definición de la cuestión migratoria sostenida por Estados Unidos, que por décadas ha sido, que se trata de una cuestión de carácter interno o «doméstico». Esa fuente es nada menos que un alto funcionario del Departamento de Estado y del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos de nombre Ricardo Zuñiga, citado por el diario New York Times en una nota firmada por Shear y Archibold, publicada el 1o. de mayo.

En la cita el señor Zuñiga aparece diciendo -acerca de las discusiones bilaterales previas a la visita: «Hemos tenido un diálogo de muy buen nivel… pero, hemos enfatizado de nuestra parte que eso (la cuestión migratoria) es, primeramente, una cuestión interna». De no ser creíblemente rebatida esta cita por el gobierno anfitrión del presidente Obama, quedaría como una explicación vergonzante del porqué del cambio de política exterior que representa el afirmar que el gobierno de México no se mete en la cuestión migratoria porque ese es «un asunto interno» de Estados Unidos. Como mexicano no puedo aceptar esa definición porque es contraria a las leyes mexicanas que obligan al presidente de la República y a su gobierno a proteger a los mexicanos que se encuentren en el extranjero.

Me resisto a creer que el mismo Presidente, que habló tan persuasivamente de los derechos humanos de los migrantes al otorgar el Premio Nacional de los Derechos Humanos al presbítero Alejandro Solalinde, es el mismo que ahora sostenga que no puede defenderlos ante el presidente de Estados Unidos porque «es un asunto interno de ese país».