“Yo he aprendido con ellos porque yo no sabía ni por dónde empezar y al principio como que no me gustaba, yo decía es que siento una impotencia porque como no sé nada”. Esta es una frase común en docentes de secundaria cuando han tenido que impartir la materia de “Artes”.
Con la mejor voluntad profesoras y profesores especialistas en Matemáticas, Historia, Biología asumen el desafío de impartir educación artística sin más herramientas conceptuales, didácticas y materiales, que eso: su buena voluntad.
Aún con estas carencias, las reacciones y respuestas del alumnado a las actividades artísticas son de llamar la atención. Cuando en otras materias se les ve poca aplicación, según dicen sus profesores, en la materia de artísticas no es necesario estar detrás de ellos, se ponen creativos, comprometidos. En algunos planteles se recurre al condicionamiento de permitirles acceder al aprendizaje musical si tienen buen comportamiento en otras materias. Como sea, en este caso la instrucción musical funciona como incentivo.
Nuestra profesora del relato cuenta que los mismos alumnos le ayudaron a estructurar el curso “y ellos me empezaron a decir -maestra vamos hacer esto, nosotros podemos hacer esto-, ah bueno pues a ver empiecen y fui aprendiendo y luego ya empecé yo a dibujar en mi casa y ya les traigo los dibujos a ellos. Yo soy maestra de biología, yo nunca había dado artes”.
Estas circunstancias las hemos observado en asentamientos ya históricos como San Bernabé así como en otros muy recientes como El Jaral en el municipio de El Carmen y Valle de Lincoln en el municipio de García. Se trata de poblaciones periféricas de la Zona Metropolitana de Monterrey con una oferta artística muy limitada en su entorno inmediato y de difícil acceso a la oferta en el centro de la ciudad por el tiempo y costo del traslado.
Este monstruo urbano sigue devorando municipios antes rurales, cerros, montes, áreas de recarga de agua, y a cambio estamos creando áreas deforestadas, contaminación en todas sus formas, fragmentación social. Se eriza la piel (piloerección suena tan feo como el crecimiento urbano) cuando somos conscientes de que cinco de los municipios del país con las tasas más altas de crecimiento medio anual (por encima del 10%), en el periodo 2010-2015 pertenecen a la Zona Metropolitana de Monterrey: Pesquería (35.1), El Carmen (20.2), Ciénega de Flores (12.4), García (12.1), Salinas Victoria (11.2). Uno de los rasgos de este crecimiento, al menos en El Carmen y García, es que se trata de matrimonios jóvenes con presencia importante de población infantil.
El mismo INEGI señala que el municipio de García tenía 28,974 habitantes en el año 2000 y que para 2015 esa cantidad escaló a los 247,370 habitantes. Por esta razón encontramos en zonas como Valle de Lincoln, planteles del nivel preescolar con turnos vespertinos y niños que no alcanzan lugar en las secundarias. El desafío de este crecimiento desaforado no solamente impone necesidades de vivienda, equipamiento e infraestructura urbana, sino también calidad en los servicios para el desarrollo humano.
Imaginemos las condiciones en que trabaja una profesora de una de las secundarias de El Carmen con 13 grupos (de entre 30 y 40 estudiantes) a los que debe impartir la materia de artes dos veces por semana (con horas de 40 minutos). Los profesores coinciden en que esta materia ha perdido importancia en el conjunto de los programas de estudio. Y, paradójicamente también coinciden en que la materia de arte es un momento donde los estudiantes se expresan con mayor libertad y se reconocen en lo que crean. La magnitud de los grupos impone que el profesorado explique brevemente las actividades en los 40 minutos de clase y que los estudiantes trabajen en sus casas.
Ya que sale el tema de la vivienda vale la pena detenerse en este punto. En los recorridos por los nuevos asentamientos de García (Valle de Lincoln) y El Carmen, detectamos una cantidad importante de viviendas abandonadas. Esto repercute en la seguridad pública, higiene y en la cohesión barrial. Las casas cuyo frente no alcanza los 4 metros son abandonadas por a) su ubicación lejana a los centros de trabajo; b) falta de solvencia para liquidar la deuda que representa la vivienda; c) mala calidad de la construcción y de los servicios asociada a prácticas de corrupción; y, d) tamaño insuficiente de la vivienda para las necesidades familiares.
El acceso y desempeño de actividades artísticas, como parte de la cultura, es un derecho que contribuye al desarrollo humano. En el medio urbano arriba descrito es justo reconocer los esfuerzos que hacen las escuelas, asociaciones civiles, familias, líderes locales así como los gubernamentales en materia artística. Sin embargo, es necesario dejar de ver a las artes sólo como aquella válvula que atempera la problemática social y económica. No se le puede pedir a la política cultural que resuelva lo que se ha hecho mal o se ha dejado de hacer con la política social y la política económica.
Dr. Camilo Contreras
El Colegio de la Frontera Norte