Antropocentrismo, Biocentrismo y Feminicidio

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Opinión de Gabriela Muñoz Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 7 de octubre de 2021

El 29 de mayo del presente y dentro del marco del XXXIX Congreso Internacional de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), participé en una mesa virtual sobre propuestas bio-centricas y gobernanza hacia la Justicia Ambiental. Durante una hora y media intercambié sendas reflexiones con siete colegas– todas mujeres- de la región, en ese entonces se tocaron varias aristas del tema de manera crítica y profunda, pero con todo no se mencionó el papel de la mujer en dichas propuestas. Aquellos intercambios me han llevado posteriormente a continuar analizando otras vertientes, mismas que ahora comparto. 

Para empezar y de manera sucinta el tema que nos ocupa inicia con preguntas fundamentales sobre la relación que guarda la persona humana con el entorno, su posición filosófica y proceder hacia el medio ambiente; tales reflexiones bien pueden ejemplificarse con la interrogante ¿hay una diferencia entre el ser humano y el resto de los seres vivientes en la naturaleza? ¿son éstos últimos sujetos de derechos como los aplicables a los humanos? De estas preocupaciones se desprenden dos perspectivas no necesariamente contrapuestas, una “antrópica” o “antropocentrista” y la otra “biocentrica” o “ecocentrica”.

La perspectiva antrópica se caracteriza por considerar al ser humano como superior en el reino natural, hay gradientes en ese fundamento, por un lado tal superioridad se adjudica a la dimensión espiritual de la especie humana y por ésta tiene señorío sobre la naturaleza; en algunas corrientes de pensamiento de índole religioso tal dominio viene acompañado de responsabilidad. Por otro lado, y lejos de bases de índole divina, la superioridad del ser humano es evolutiva y dada su inteligencia superior, la naturaleza es instrumental para llenar sus necesidades. 

La perspectiva biocentrista incluye múltiples corrientes filosóficas que bien pueden reconocer diferencia pero no superioridad ni inferioridad entre la especie humana y las restantes en la naturaleza, así, estas últimas son sujetas de derechos morales, si éstos reconocen sólo a seres vivientes se habla de biocentrismo, si por el contrario el todo ecológico, incluido los ecosistemas son sujetos de derecho, entonces estamos refiriéndonos a ecocentrismo. 

Ambas perspectivas en sus modulaciones tienen medios y extremos donde hay puntos de acercamiento y polarización. Persiguiendo una posición conciliatoria, integral y que abrace la complejidad ambiental surgen perspectivas ambiocentricas que busca entender la relación de interdependencia entre lo humano y lo no humano, algunas de estas perspectivas han permeado conceptos de desarrollo sustentable, aunque debe reconocerse que bajo la acepción también se cobijan las perspectivas antropocéntricas y biocentricas.

Pero fuera de las reflexiones teóricas ¿cuánto de esto se practica? ¿es qué como seres humanos deberíamos sentirnos superiores y basta? Hagamos una comparación odiosa pero llena de sobriedad, creo que todos coincidiremos que las moscas de fruta son dramáticamente distintas de los humanos, bien mirado el asunto no lo son tanto si consideramos el número de genes. Hacia 2018 se reportó que los humanos tenían 21,306 genes, ¿y ni sabes? las moscas de fruta no se quedan atrás ya que poseen 14,000 genes.

Bueno, tal vez la superioridad se da en otro tipo de interacciones, revisemos entonces la actuación moral del ser humano hacia su entorno, y para esto cito tres cifras impactantes; debido al cambio climático los cambios en los niveles de precipitación pueden poner en riesgo la disponibilidad de agua en el mundo, esto es importante dado que al momento, 40% de la población mundial ya tiene problemas de acceso al agua limpia. En relación al aumento de temperatura, un informe del Foro Mundial de la Naturaleza indicaba que un aumento de 4.5 grados centígrados con respecto a la era preindustrial acarrearía una extinción de 48% de especies animales en algunas zona del mundo. Y por cierto, la deforestación avanza a un ritmo de 13 millones de hectáreas por año.  

Asentada estas capsulas informativas ¿no deberíamos preguntarnos si no tendríamos que iniciar una cambio de mentalidad? pero ¿cuál es la valoración que las personas comunes y corrientes deberían darle al entorno natural o a otras especies? Bueno hay leyes contra el maltrato animal y protección del medio ambiente pero vayamos un poco más allá, digamos, si tuvieses que elegir entre dar la única y limitada cantidad de agua disponible a una planta a punto de morir por sequía o a un hombre que fallece de sed ¿a quién la cederías? Tal vez la mayoría de las personas – fuera de los más entusiastas eco/biocentristas- elegirían al hombre pero ¿qué hay si él es un asesino serial o pedófilo? ¿igual le darías el agua? o ¿qué tan útil es la planta al ser humano? Quizás ante la decepción de la naturaleza humana nos volcamos al otro extremo ¿deberíamos alimentar mejor a nuestras mascotas que a los niños de una trabajadora doméstica?

Empero ¿han remontado las ideas biocentristas el ámbito de lo mero especulativo? La respuesta parecería ser afirmativa si consideramos que a la actualidad hay múltiples causas judiciales en diversos países que están abriendo vías para el reconocimiento de los derechos de los animales, el caso de la orangutana Sandra es un ejemplo.

Sandra nació en cautiverio en Rostock en 1986, en 1995 fue mudada al zoológico de Buenos Aires; 28 años después una asociación pro derecho animal presentó una demanda para que a Sandra le fuese reconocido su estatuto como «persona no humana». Hacia 2015, la sentencia argentina dictó que Sandra es «un sujeto no humano titular de derechos fundamentales» y que «como un sujeto, su cautiverio y exhibición viola los derechos que ella titulariza, aunque se le alimente y no sea tratada con crueldad«.

Sin duda es importante que una sociedad como la argentina se de a la tarea de debatir estos temas y de empezar a cuestionarse y aceptar la invitación de mirarnos hacia dentro y reconocer como actuamos al interior de nuestra propia especia. En este año en Argentina según el  Observatorio de Políticas de Género del Gobierno argentino hay un feminicidio cada 23 horas. De acuerdo al Observatorio Lucía Pérez, en 2021 se registraban 59 feminicidios hasta el 21 de febrero, cifra que variaba a 48 registrado por el movimiento Ni una menos. 

Con esto no se trata de menospreciar el caso de la orangutana Sandra ni decir que es trivial, confío en una Sociedad sensible a su entorno pueda verse de cuerpo entero ante el espejo y preguntarse de manera profunda que si no somos tan distintos de una mosca de fruta no es absurdo pensar que una mujer es inferior a un hombre y que es un despropósito creer que deba morir de manera violenta por serlo.

Dra. Gabriela Muñoz

El Colegio de la Frontera Norte