Opinión de Jesús Frausto Ortega Profesor-Investigador del Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

martes 30 de abril de 2013

Hoy en día es muy común el consumo de agua embotellada entre la población. Es tan socorrido que México ocupa el segundo lugar mundial en ese rubro. Los porqués pueden ser muchos y las respuestas otras tantas. En este espacio, sin embargo, sólo quiero expresar una opinión general sobre ese tema, formulando mis observaciones en forma hipotética.

Para acotar, dos posibles explicaciones pueden contemplarse: a) la probable pérdida de confianza de la gente en la calidad del agua proporcionada por los organismos que prestan los servicios de agua potable en las ciudades. Y en ese sentido, puede imperar la idea de la mejor calidad del agua embotellada versus la que sale de la llave; b) a las prácticas consumistas como parte de una sociedad de esa índole, en donde la publicidad vía los medios de comunicación –sobre todo los electrónicos y en gran medida la televisión– generan nuevas necesidades en la población y aquí una pregunta se podría formular: ¿Es necesario consumir agua embotellada? En ese punto se puede ubicar también la percepción de que el gusto por el agua envasada puede estar asociado con la generación de confort en la sociedad.

Algunos ejemplos cotidianos y comunes pueden poner en contexto lo hasta ahora comentado. Es prácticamente imposible pasar desapercibidos distintos escenarios en donde el uso del agua de “garrafón” o embotellada manifiesta sus huellas: a) en la escenografía de nuestras cocinas los garrafones son parte del decorado, previa estancia en las alacenas esperando su turno en su portagarrafón, igual sucede con las cajas de botellas de plástico de una marca equis, esperando su turno para llegar a la mesa y ser degustado su líquido por algún habitante de la casa; b) en las quinceañeras, bodas, o en cualquier pachanga, el concierto de envases plásticos inundan las hieleras aguardando llegar a la mesa correspondiente. En estos festejos parece no ser bien visto abastecerse de la llave, menos imaginarse disponer un escenario con baldes llenos de agua para suministrar de ellos a los invitados. Además, en esto del confort es más práctico utilizar botellas y más fácil su manejo: así ya no hay que lavar los trastos. Bueno, eso de su fácil manejo es un decir, si pensamos en la basura que puede ir a dar a lugares no apropiados: inundando ahora otros espacios, los basureros; c) las oficinas o instituciones, sean públicas o privadas, igual en ellas no falta en su escenografía los garrafones o botellas de agua.

Es paradójico, pero ahora que la tendencia en las ciudades es hacia una cobertura total del servicio de agua potable, parece no consumirse para beber, pues la gente prefiere el agua embotellada. Incluso, cuando uno visita a los organismos que prestan ese servicio, no es extraño observar un envase de agua purificada en los escritorios de los trabajadores.

Jesús Frausto Ortega
Profesor-Investigador de El Colegio de la Frontera Norte, sede Nuevo Laredo