Después de las altas temperaturas de la canícula regiomontana, que “salió con agua” este año, casi todos los que vivimos en la Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM) dimos la bienvenida a las primeras lluvias que despidieron al verano anticipadamente. Pero a lo que no dimos la bienvenida fue a la tormenta tropical Fernand que mostró una vez más las tremendas deficiencias del drenaje pluvial de la ZZM, ante un estimado de 490 milímetros/m2 en un plazo menor a 72 horas, equivalente al 60% de lo que llueve en la zona en todo el año, de acuerdo con CONAGUA. Cabe entonces preguntar, ¿podremos ver el día en el que el agua de lluvia más que desastres, deje beneficios a nuestras zonas urbanas? ¡Pienso que sí!
Este pasado miércoles, vimos de todo: desde encharcamientos, inundaciones, cierre de pasos a desnivel, avenidas, calles y hasta el desbordamiento de arroyos como el de Topo Chico, a la altura del municipio de San Nicolás. Y las consecuencias posteriores: desde fallas en el suministro de luz y agua hasta la pérdida de equipos electrónicos que se mojaron o inundaron. Lo cierto es que mucho del desastre y las pérdidas (afortunadamente tuvimos saldo blanco en cuanto a vidas humanas), no sólo se puede evitar, se puede planear y gestionar. En nuestros días, la crisis de escasez de los recursos hídricos a nivel mundial y el aumento de los costos por servicio del agua han impulsado a varias comunidades urbanas, ciudades y regiones a reenfocarse en la gestión basada en el conocimiento de los recursos hídricos y la gobernanza de los socio-ecosistemas. Sin embargo, «hay cada vez más pruebas de que la mayoría de las ciudades y regiones aún no han comprendido las implicaciones significativas de no gestionar estratégicamente la creación, difusión y reutilización del conocimiento colectivo» (Novotny, V. et. al. (2010). Comunidades Hidro-céntricas Sostenibles. J. Wiley &Sons.). Esto es especialmente cierto para las comunidades urbanas sostenibles, para las que el desarrollo es ahora sinónimo obligatorio de conservación de los recursos naturales, así como cuidado vigilante de la tierra y del agua. Por ello, sería importante ver cómo, a través de un enfoque integrado y/o adaptativo para la gestión del agua (GIA, GAA), las estrategias de planificación urbana en América Latina pueden transformar nuestras ciudades en Ciudades Sensibles al Agua (Wong, THF (Ed) 2011. Gestión del agua de tormentas en una Ciudad Sensible al Agua CfWSC, Melbourne, Aus). Por ello, sería interesante ubicar si Monterrey puede convertirse en un caso de planificación urbana sensible al agua en América Latina. En su planificación urbana, Monterrey tendría que incluir estrategias sensibles al agua, como a) la recolección pública de agua de lluvia, (es decir, en áreas de recolección; carreteras, techos de edificios públicos y superficies impermeables, Karvonen A. (2011), La Política de la Escorrentía Urbana.Massachusetts: MIT), b) la reducción de las aguas residuales y el impacto de las descargas de agua de lluvia en los usuarios; c) la implementación de una tasa de consumo máximo por habitante o por hogar, etc. Además, se podrían identificar una serie de estrategias con el fin de aumentar la disponibilidad de agua en esta comunidad, tales como la recolección privada de agua de lluvia en techos de casas y escuelas, la regulación del consumo de agua basado en el uso de la tierra, entre otros.
En estos modelos de gestión basada en el conocimiento, el diseño urbano sensible al agua parte de centrarse en la gestión local del agua para proporcionar alternativas incluyendo a la participación comunitaria. Este diseño tiene un enfoque inclusivo y una planificación espacial, tanto el diseño urbano como la gestión del agua, lo que ayudaría al desarrollo sustentable en un clima cambiante como el de nuestra ciudad. Así pues, Monterrey como una Ciudad Sensible al Agua necesita proponerse como objetivo disminuir el uso de los recursos renovables y no renovables. En las aplicaciones relacionadas con este modelo, algunos indicadores y variables como escorrentía y retrofit son esenciales para mejorar la calidad del agua en los arroyos cercanos, ríos o lagos. Ambos conceptos se han aplicado en casos en donde la lluvia que cae en ciudades con extensas superficies impermeables (tales como estacionamientos y techos) puede generar altos niveles de aguas de escorrentía durante las tormentas, y esto daña los cuerpos de agua cercanos. Estos problemas a menudo se pueden tratar mediante la gestión de las aguas pluviales (retrofit) de las aguas pluviales a los acuíferos. Otras prácticas de gestión de la escorrentía de las aguas pluviales incluyen la recarga por medio de jardines públicos, pavimentación permeable y techos verdes. En este punto, preguntémonos cómo nuestra ciudad podría eventualmente desarrollar su urbanización siguiendo una propuesta como la de las Ciudades Sensibles al Agua que pudiera detonar un desarrollo renovado, continuo y sin calles llenas de agua de lluvia que nadie puede re-utilizar.
Dra. Blanca C. García.
El Colegio de la Frontera Norte