Abigeos, propietarios y legislación en el Porfiriato

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Opinión de Ana Lilia Nieto Camacho Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 14 de mayo de 2014

En esta ocasión quisiera comentar un libro que, aunque apareció hace ya algunos años, aborda la transformación de dos actividades económica y culturalmente relevantes en el norte de México: la cría y el comercio de ganado a finales del siglo XIX. La obra se titula “De costumbres y leyes. Abigeato y derechos de propiedad en Chihuahua durante el Porfiriato” de María Aparecida S. de Lopes. Esta obra, además de ser un análisis de la transformación económica y legislativa que vivió el país, particularmente el norte de México durante esos años, tiene como uno de sus elementos más notables dar cuenta a través de un asunto muy concreto del impacto que esos cambios tuvieron sobre el ámbito de la cultura y las relaciones sociales.
Si bien el abigeato fue considerado un delito durante todo el siglo XIX, la autora nos explica que esta actividad ilícita tenía sustento en relaciones comunales y de parentesco que se regía por usos y costumbres locales. Ya fuera que el individuo que practicaba esta actividad lo hiciera de forma esporádica o formara grupos extensos y armados para realizar el robo a gran escala, los bandidos por lo general eran personas con domicilio fijo, familia en la región y algún otro oficio. La frontera con Estados Unidos, área tradicional de paso de ganado robado, fue el espacio en que el abigeato se practicó de forma más extendida y en la que se organizaron extensas redes que involucraban a administradores de fincas, vaqueros, vecinos que proporcionaran información, agentes compradores en ambos lados de la frontera e incluso a propietarios implicados en el comercio ilegal de carnes.
La expansión de la actividad ganadera y de los procesos de mercantilización, así como la estabilidad política del país, permitieron la creación de un aparato jurídico-institucional con leyes y procedimientos más eficaces para castigar el robo de ganado. La autora señala que la decisión con que se aplicaron las leyes en contra del abigeato muestra un intento por introducir valores propios del liberalismo que buscaban erradicar “las formas tradicionales de asociación y convivencia” en favor del individualismo y la protección a la propiedad privada y el fortalecimiento de “la estructura de autoridad que proviene de la propiedad y proteger los intereses a ella vinculados”. Así, las leyes que se promulgaron en Chihuahua señalaban como delito prácticas y costumbres defendidas por los pequeños propietarios que entraban en conflicto con los intereses de los grandes ganaderos, tales como el pastoreo libre, el uso del agostadero común, o el traslado de animales sin herrajes probatorios de propiedad. En este contexto, la autora considera que en el robo de ganado a pequeña escala y las infracciones relacionadas a la actividad ganadera realizadas por individuos que no eran “abigeos profesionales” también pueden interpretarse como formas de “resistencia” o de una “afrenta sutil e indirecta” al sistema ante estas nuevas formas de regular las relaciones sociales y de producción, así como el uso del espacio.
Durante los 1890 el abigeato como delito y las infracciones a las normas que regulaban la actividad ganadera se redujeron. La severidad de las leyes y la estrecha vigilancia del gobierno sobre el robo de ganado tuvieron efecto sobre las costumbres de la población y sobre la forma en que los pequeños propietarios consideraban su actividad. De este modo, lo que la autora propone en su trabajo es un análisis de un sector de la sociedad chihuahuense que tenía sus formas de regularse y operar y que durante la segunda mitad del siglo XIX pasó por un proceso de desarrollo económico que no podía dejar de traslucir “la tensión y la ambivalencia de la forma en que estos actores sociales fueron introducidos en esta “modernización” de la sociedad”.