Hace unos días escuché a un par de líderes políticos no panistas decir: “ojalá que este domingo 5 gane la contienda interna de su partido Ernesto Cordero”. Me llamó mucho la atención el comentario; luego explicarían: así ganaría nuestro candidato las elecciones. Entre el grueso de los ciudadanos es más que evidente que la precandidata con mayor posibilidad de hacerle frente a los virtuales candidatos: Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, es Josefina Vázquez Mota. Las encuestas la situaban muy por encima de Cordero y Santiago Creel.
Sin embargo, hasta el último momento hubo la preocupación en el círculo cercano de la precandidata que pudiera imponerse la cargada oficial a favor de Cordero. La “burra no era arisca” dice un refrán popular, pero los planteamientos de continuismo y la cada vez mayor utilización de artimañas de la guerra sucia de parte del equipo corderista, parecían confirmarlo. A tal grado llegó el golpeteo que el jueves 2 los representantes de Vázquez Mota presentaron ante la Comisión Nacional de Elecciones del Comité Ejecutivo Nacional panista, tres quejas por presunta coacción del voto.
También días atrás se filtraban a los medios supuestas grabaciones de llamadas desde el celular de la precandidata. Evidentemente, se trataba de “fuego amigo”. El PAN trató de contrarrestar su retraso en la designación de su abanderado aduciendo que era el único partido donde hubo un proceso democrático. Pero lo que vimos fue que la guerra sucia y la polarización son parte ya de su vida partidista.
Los presidentes mexicanos no se pueden reelegir (que bueno que así sea); pero la tentación de perpetuarse en el poder y/o de protegerse una vez que dejan el cargo, lleva a utilizar todo el aparato partidista y gubernamental para influir en la elección de su candidato. Ese es un gran problema. Dada la influencia sobre el partido, se requiere prácticamente que los precandidatos que no son los oficiales tengan que hacer un esfuerzo titánico para lograr la nominación. Están obligados, como se dice en el argot boxístico, una victoria por knock out. Si se van a la ruta larga, es muy difícil que ganen por decisión.
Y así fue, Josefina Vázquez Mota arrolló materialmente a sus oponentes. Según los datos oficiales obtuvo un total de 277 mil 376 votos, lo que se tradujo en un 53.7%; mientras que Ernesto Cordero Arroyo sumó 200 mil 769, para un 38.9% y Santiago Creel Miranda, recibió 31 mil 145 sufragios para un 6%. Los datos nos indican que pese al esfuerzo presidencial y la movilización del aparato a favor de Cordero, no les alcanzó para detener a la precandidata. De todos modos llama la atención el caudal que logró Cordero; más del doble que le atribuían las encuestas más optimistas. Me parece que el objetivo era lograr la victoria del ex secretario de Hacienda o al menos forzar a una segunda vuelta con los dos punteros el día 19 de febrero; y ahí sí el resultado hubiera sido de pronóstico reservado. Lo que fue una auténtica debacle fue lo sucedido a Santiago Creel, quien al inicio de la precampaña lucía en primer lugar de las encuestas. La caída fue estrepitosa.
Josefina Vázquez Mota tiene una difícil tarea pues tiene que llevar a cabo un proceso de reconciliación al interior del PAN; por eso su discurso del domingo 5 llamando a la unidad. Su principal problema es la relación con el presidente Felipe Calderón: hay quien afirma que luce desolado y encoraginado. No sólo perdió su favorito: Cordero, sino también su gallo a la candidatura al gobierno de Guanajuato, el ex secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos. Lo mejor para Josefina es que el duelo presidencial dure poco. Pero ligado a ello, tiene que idear una campaña propositiva y que la diferencie de la política instrumentada durante este sexenio. No le queda otra si quiere tener alguna oportunidad de ganar; pero sabe que eso alimentará la distancia con Los Pinos. Por último tiene que desplazar a Andrés Manuel López Obrador hacia un lejano tercer lugar; cosa nada fácil. De manera que esto apenas empieza; no tiene mucho tiempo para los festejos. Enfrente tiene a dos pesos pesados: Peña Nieto y López Obrador. Si fue difícil al interior del PAN, será un paseo comparado con lo que le espera fuera. De ese tamaño son los retos para la cuasi candidata.