Un primero de mayo lleno de incertidumbre

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Opinión de Cirila Quintero Ramírez Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 30 de abril de 2020

Hace un año, parecía que el panorama laboral para los trabajadores mexicanos lucía prometedor. El primero de mayo de 2019 fue declarada la reforma laboral, que enfatizaba la democracia sindical, la ratificación de contratos colectivos y la transparencia de las cuentas sindicales. El movimiento de Matamoros, denominado 20/32 en enero del 2019, había abonado la idea de que mejores tiempos venían para los trabajadores y sus movilizaciones. La firma del T-MEC con un capítulo laboral también aumentaba las expectativas. Sin embargo, las bases de ese futuro prometedor parecen  no ser tan sólidas, porque la pandemia del COVID-19 ha sacado a flote la profunda incertidumbre en que laboran los mexicanos. 

La pandemia aún está en proceso pero los costos laborales están a la vista, más de 300,000 empleos perdidos, pese a asegurar que nadie sería despedido durante esta pandemia, y con una gran incertidumbre, si es que un hay un plan gubernamental, de que miles empleos en la micro, pequeña y mediana empresa vuelvan abrir, dado la escasa solvencia económica con la que se mueven, y que paradójicamente absorben a gran parte del mercado laboral mexicano. Así pues, el índice de desempleo amenaza con ser una de las grandes problemáticas laborales  a resolver, se ha expresado que este puede llegar al 10%. 

Empero, el impacto más importante del COVID-19, ha sido mostrar la inexistencia de medidas de prevención y riesgo sanitario, o de otro tipo, para los trabajadores informales y formales. En febrero de 2019, se expresaba que el año 2019, la informalidad laboral se había disminuido en un 14%, quedando solo 56.2 %. Es decir de cada diez mexicanos que trabajaban, 5 estaban en la informalidad. Algo por demás preocupante. Las medidas adoptadas durante la pandemia, como el “Quédate en casa” resultaban inaplicables para estos trabajadores que necesitan laborar todos los días para llevar el sustento diario a sus casas. ¿De qué manera se les puede solicitar que no salgan a trabajar, si no existe programa alguno que los apoyara? A lo que también habría que agregar el grado de potencialidad de contaminar a sus familiares, al salir diariamente a trabajar. 

Pero no solo los trabajadores informales no fueron protegidos del riesgo, los mismos trabajadores en sectores formales, como los servicios y comercio, quedaron expuestos al contagio, dado que muchos de ellos siguieron trabajando, a pesar de no ser actividades esenciales. De acuerdo a un trabajador de tienda departamental, la justificación de no parar fue “porque teníamos el servicio de un banco al interior de la tienda”. Ese pretexto, les sirvió a tiendas, que se distinguen por enganchar a miles de trabajadores con créditos, para mantener abiertas todas sus instalaciones, en algunos con ausencia de medidas preventivas para los trabajadores, en otras, sin ningún control sanitario para los clientes que llegaban. Pese a recibir denunciar de estas prácticas y obligación a trabajar ninguna autoridad las sancionó. A los trabajadores que se rebelaron, las empresas simplemente los despidieron. 

Otro frente de trabajadores formales expuesto al riesgo de contagio fueron los encargados de mensajería, entrega de alimentos, servicios de limpieza pública, chóferes, al cuáles se les expuso, con medidas mínimas de protección, al contagio, al estar en contacto directo con distintas personas o con materiales riesgosos. Una mención especial merecen los trabajadores de la salud, que no solo trabajaron en la incertidumbre sino el peligro. Estos trabajadores entre los que están enfermeras, médicos, administrativos, que sin un entrenamiento previo, sin lugares exprofeso para atender, equipo de protección necesaria, tienen que enfrentarse diariamente al tratamiento y manejo de personas contagiadas con el COVID-19. Algunos han llamado a estos trabajadores, los guerreros de la primera fila para confrontar esta pandemia. 

He dejado para el último apartado de esta nota, el caso de los trabajadores de la maquila del norte de México. El trabajo de la maquila paradójicamente considerado un buen empleo, dado que ofrece seguro social, un horario de trabajo, prestaciones extras y acceso a crédito para vivienda. Sin embargo, estos trabajadores se enfrentaron a una fuerte oposición para ser enviado a sus casa, debido en parte a la  ambigüedad en el concepto de esencial que expidió el gobierno federal en su Acuerdo del 31 de marzo. La ambigüedad permitió que varias empresas encontrarán la manera de presentar sus actividades como esenciales, sin que alguna autoridad laboral, comprobase si esto era así.  A pesar de las protestas y las demandas de dejar de trabajar por miedo a contagiarse, miles de trabajadores no tuvieron donde presentar sus demandas porque las juntas locales de conciliación fueron cerradas desde el 25 de marzo hasta nuevo aviso. Me pregunto, ¿cómo los tribunales laborales pueden permanecer cerrados en una etapa que iba a requerir del apoyo legal no sólo de los trabajadores de la maquila sino de miles de trabajadores?. Su cierre resulta inexplicable. Lo ocurrido en las maquiladoras es una historia de terror laboral que va desde encierros en las plantas, de trabajo sin ningún distanciamiento dado la organización en líneas y celdas de trabajo hasta transportarse en el servicio de transporte público con escasas medidas preventivas. Condicionantes que llevaron al contagio de trabajadores y sus colonias, como fue en Matamoros, o bien a la muerte por contagio de más de una docena de trabajadores en Ciudad Juárez. Esta realidad no se parece en nada al futuro promisorio que se anunciaba el año pasado, antes bien parece un retroceso. Hace un año, se mencionaba como prioridad  la implementación de la norma 35 de no estrés en el trabajo en México. Sin embargo, el COVID-19 ha demostrado como miles de trabajadores han estado laborado en una situación de estrés continúo durante esa pandemia. Esto sin duda, cuestiona ese panorama mejor que se exaltaba con el T-MEC. Lo más preocupante es que las empresas de Estados Unidos han empezado a presionar para que se reabran actividades en estas plantas a mediados de mayo, cuando en algunas ciudades fronterizas se está en plena época de contagio. La negociación que haga el gobierno mexicano en esta materia, para equilibrar los intereses económicos y la seguridad de los trabajadores, será un buen termómetro de lo que podemos esperar a futuro en el escenario laboral. 

Así pues, año con año, los últimos primero de mayo, desde la reestructuración y flexibilidad laboral, hasta el año pasado, los analistas decimos, este 1 de mayo no tenemos nada que celebrar dado la precarización laboral que se está acentuando en el país. Hoy no sólo no celebramos nada, sino que agregamos la incertidumbre y el riesgo laboral a que son sometidos los trabajadores en sus espacios laborales; con una preocupante actuación de las autoridades laborales, de todos los niveles, ya no solucionar sino frenar y aminorar la vulnerabilidad e incertidumbre que rodea a los trabajadores mexicanos. 

Dra. Cirila Quintero Ramírez

El Colegio de la Frontera Norte