La producción de la semilla híbrida en el Norte de Tamaulipas, 1968-1990

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Ponencia impartida por la Dra. Cirila Quintero durante el XXIII Encuentro de Historia Económica del Norte de México

jueves 22 de mayo de 2014

El pasado 8 y 9 de mayo se llevó a cabo el XXIII Encuentro de Historia Económica del Norte de México, celebrado en la Universidad Juárez del Estado de Durango en colaboración con la Asociación de Historia Económica del Norte de México, en el cual se analizó el papel del empresario y el desarrollo empresarial en el norte del país.

En esta ocasión, reproducimos un artículo de la Dra. Cirila Quintero, investigadora de El Colegio de la Frontera Norte con sede en Matamoros, sobre la ponencia la ponencia que impartió:

La producción de la semilla híbrida en el Norte de Tamaulipas, 1968-1990.

Dra. Cirila Quintero
El Colegio de la Frontera Norte
Sede Matamoros

Este trabajo analiza un período poco estudiado de la historia económica de la frontera: la producción de semilla híbrida en la región norte de Tamaulipas, de Matamoros a Río Bravo, entre finales de los sesenta y principios de los noventa. El estudio adquiere relevancia por dos razones: primero porque este período semillero es poco conocido, aun cuando existieron 32 compañías semilleras en la región; segundo, porque el uso de la investigación y tecnología agrícola en esta producción adquirió gran relevancia. La investigación desempeñó un papel central desde la selección de tierra, la adquisición de semilla progenitora, la siembra, su cuidado y su certificación para poder ser vendida a los productores nacionales.
El desarrollo semillero del norte de Tamaulipas se inserta en lo que se ha considerado la segunda fase de la Revolución verde; en esta etapa, el objetivo fue el incremento de la producción a través del uso de semillas mejoradas en el laboratorio para su cultivo. La relación con los productores agrícolas texanos fue un factor fundamental, dado que en esta región se encontraban las principales semilleras como Dekalb y Pionner y otras, que posteriormente se convertirían en las grandes trasnacionales semilleras.
Hubo dos formas de producción semillera en el Norte de Tamaulipas: primero, por empresas mexicanas que se asociaron con los grandes productores de semilla en Estados Unidos, como fue el caso de Growers y Wac; y mediante productoras de inversionistas locales, como Master de México. En ambos tipos de producción se recurrió a la compra de semillas progenitoras en Estados Unidos. Asimismo, en este período, los campos tamaulipecos y de la región, sirvieron como campo de experimentación para lograr mejores semillas, llegando a tener 32,000 hectáreas dedicadas para este propósito. A esta región llegaron centenas de ingenieros de la Universidad Antonio Narro, de la Universidad Autónoma de Tamaulipas e incluso asesoría técnica de ingenieros de Texas A&M University.
Entre los factores que favorecieron la producción de semilla híbrida en el norte de Tamaulipas estuvieron los siguientes: buena adaptabilidad de las semillas progenitoras texanas, lo que incrementó la producción y hectáreas sembradas: mientras en 1970 existían 1770 hectáreas sembradas con un producción 4431 toneladas para finales de los ochenta se tenían 21,000 hectáreas sembradas y 28,000 toneladas de semillas producidas; la obligatoriedad que puso el gobierno mexicano de vender un porcentaje de semilla nacional y no sólo semilla extranjera; el impulso para formalizar la importación de semilla en lugar del contrabando, y sobre todo la disponibilidad de un grupo de empresarios matamorenses para invertir su capital en el cultivo de semillas mejoradas. Un hecho que cuestiona la dependencia de los agricultores tamaulipecos del Estado. Este período muestra el arriesgue de capital en la producción y comercialización de semillas de sorgo y de maíz, con financiamientos privados o bien de financieras extranjeras. Cómo un agricultor señaló: “nosotros queríamos darle a la semilla un valor agregado, no sólo venderla”. El aliciente económico resultó fundamental. Los productores agrícolas vendían la semilla mejorada a muy buen precio, pero lo que pagaban también era una gran inversión, dado que pagaban la tonelada al doble o triple de precio de garantía que se fijaba para la producción de sorgo.
La importancia del cultivo llegó a su fin a principios de los noventa, entre los factores del declive estuvieron: la caída de los precios, lo que ocasionó fuertes problemas económicos a los productores, dado la cantidad de dinero que necesitaban para hacer investigación y monitoreo en la calidad de la producción; la existencia de plagas agrícolas, como el hongo ergot, que ocasionó la prohibición del gobierno mexicano para importar semilla progenitora ante la amenaza de contaminar más tierras, aunque para los agricultores tamaulipecos fue más una medida política que de protección, dado que los agricultores texanos siguieron sembrando la semilla sin problema; la ausencia de agua, y lo más importante, durante los noventa, las grandes transnacionales se negaron a vender las semillas progenitoras para cultivar semilla mejorada, dado que les resultaba más redituable controlar todo el proceso desde la producción hasta la venta de la semilla que sembrarlo en colaboración con compañías mexicanas. Las últimas semilleras cerraron durante la administración de Carlos Salinas.
Algunas conclusiones preliminares de este investigación serían que: la producción de semilla constituye una parte central dentro de la importancia sorguera que ha tenido el norte de Tamaulipas, en donde se ha exaltado las grandes cantidades que se han producido, pero no se ha señalado cómo esta producción se enlazó con el uso de semilla mejorada, producida en tierras tamaulipecas; el cultivo también muestra a un empresario agrícola más activo alejado del agricultor dependiente del estado, como se ha caracterizado al tamaulipeco, y finalmente rescata parte del trabajo binacional entre empresarios texanos-tamaulipecos que se han experimentado en la frontera, en donde la investigación agrícola desempeñó un papel central.

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