Escrito por Irene Álvarez, señala que es difícil precisar cuándo empezó el flujo migratorio desde el norte al sur del estado; sin embargo, diversos interlocutores recuerdan a familias completas que, antes de la crisis de los precios del café en 1989, trabajaban como peones en la época de cosecha. Dicen que las condiciones laborales eran terribles: dormían en las huertas en casas improvisadas que ellos mismos construían con hojas de plátano o costales viejos y recibían salarios bajísimos.
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