Reconfiguración de las identidades religiosas en México

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viernes 12 de noviembre de 2021

Desde períodos previos a la época colonial, la historia y la identidad de México han estado ligadas, en medida variable, a la religión y sus expresiones. La incursión de los españoles en tierras americanas, y con ellos la llegada de la cristiandad católica, suponen el primer embate a la homogeneidad religiosa de una tierra que hasta ese momento permanecía en un estado de pluralidad y diversidad. A partir de ahí, el catolicismo, los retazos del indigenismo y la llegada de nuevas corrientes dentro del cristianismo y de otros sistemas religiosos, empiezan a (re)configurar una amplia gama de identidades asociadas a las creencias, iglesias y credos.

Esta reconfiguración es la que, desde un plano moderno, atiende el libro
«Reconfiguración de las identidades religiosas en México», coordinado por Renée de la Torre, que analiza los resultados obtenidos en la Encuesta Nacional sobre Creencias y Prácticas Religiosas (Encreer, 2016).

Para ello, los autores cuyos textos integran este primer tomo, correspondiente a abordar las Creencias, valores y prácticas religiosas, cuentan con un aparato crítico e investigativo distinto, que se desmarca de los antiguos estudios en torno a la religión para focalizar mejor sus intereses. Este tomo recoge una investigación estadística no sólo acerca de la religión institucionalizada, sino también de otras congregaciones, corrientes, cosmovisiones e importaciones ideológicas que son capaces de producir apego e identificación religiosa de la misma manera en que lo hacen las iglesias.

El estudio, además, se interesa por los efectos que ha tenido el proyecto modernizador en diferentes demografías mexicanas, variables según la edad, el nivel de escolaridad, el estrato socioeconómico y la ubicación geográfica. En síntesis, se trata de un estudio sociológico sobre la secularización en el contexto político-económico de la modernidad tardía.

Habría que señalar que se trata de una publicación importante porque se ocupa de un problema sociológico crucial: las predicciones de que la lógica instrumentalista de los proyectos de modernidad europeos ha fracasado en tierras latinoamericanas, y en lugar de contrarrestar la religiosidad, han dado pie a una nueva ola de manifestaciones rituales y prácticas, a medio camino entre el modernismo tardío y el pastiche plural del posmodernismo. Analizar el estado de la religiosidad y las creencias en México y latinoamérica puede revelar puntos clave en las estructuras sociológicas y culturales de estas naciones.

La mayor prueba de esto, quizá, sea nuestro propio país. México, a pesar de ser señalado unánimemente como católico a nivel hegemónico, desde mediados del siglo XX sufre una transformación sin precedentes en este ámbito. Es con la entrada del nuevo milenio cuando la tercera ola del protestantismo, con sus iglesias evangelistas y pentecostales, se abre paso en las cifras del segundo país con más católicos en latinoamérica, seguido de Paraguay.

Este ascenso de los pentecostales, experimentado en prácticamente todo el continente, se explica, según las respuestas obtenidas en la encuesta, por la sensación de fraternidad, comunidad y emocionalidad que ofrecen estas religiones, en contraposición al catolicismo, más individualista y centrado en el sacrificio personal. Aunado a los movimientos migratorios propios de la globalización en países subdesarrollados, que exponen a diversas poblaciones a nuevas corrientes religiosas, la diversidad se va tejiendo lenta pero consistentemente.

A pesar de ello, como bien se señala desde el primer capítulo, pluralidad no es sinónimo de diversidad, y aunque ciertamente se ha creado un campo fértil para la coexistencia factual entre religiones y movimientos congregacionales, la cultura de respeto hacia esta misma diversidad sigue siendo, en muchas zonas del país, inexistente. E incluso la desregularización del catolicismo desde el sentido mágico-religioso, la burocratización y el carisma han contribuido a crear este ambiente.

Todos estos vaivenes son observados desde la práctica de rituales y liturgias, que son consideradas las maneras más tradicionales y efectivas de afianzar el sentido de pertenencia a un determinado grupo religioso. Respecto a esto, la publicación explora un área importante y a menudo olvidada de los estudios religiosos, obstruida por los datos que en primera instancia parecen homogéneos. Así se aprecia más nítidamente que, por ejemplo, los jóvenes declarados religiosos son más abiertos que sus padres y abuelos en cuestiones de laicidad, derechos sexuales, colectivos minoritarios y la posición de la iglesia frente a la tributación.

El estudio desde dicho aparato metodológico, además, nos acerca a los grados de compromiso experimentados por diferentes grupos demográficos. Aquí, el libro es concluyente, y categoriza a los mexicanos en tres grupos: los afiliados y comprometidos, los creyentes con grados de autonomía y los desafiliados arreligiosos. Además, pueden detectarse factores diferenciales como la edad de los encuestados, el nivel de escolaridad y el estrato socioeconómico, ya que todo eso acaba por influir en los resultados, amplificando la variación que, como ya se mencionó, a menudo se camufla de totalidad.

En última instancia, esta obra alumbra muchos de los claroscuros estadísticos que por años habían formado parte de los estudios religiosos. Se trata de una pieza clave para entender los procesos de transformación que, actualmente, ocurren en México, así como los causales y los efectos que esto tiene y puede llegar a tener en otros sectores de la sociedad, que comúnmente no asociaríamos con la religión.

El libro se encuentra disponible en formato impreso a través de: https://libreria.colef.mx/detalle.aspx?id=7801

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