Dada la hora en ciertas reuniones, cuando la desconfianza se ablanda y las ideas han empezado a correr sin la censura de sus propios emisores, todo el mundo tiene la respuesta para la tristemente célebre corrupción mexicana. Y este no es casual, pues se trata de una problemática que ya ni siquiera cuaja en una sola manifestación social o política: se reparte a través del organismo estatal, se distribuye e infecta las diferentes regiones de lo que compone a la sociedad mexicana, y acaba dándole definición a muchas de sus prácticas de gobernanza.
Es un tema de importancia porque incluye en su alboroto semántico no solo al grueso de la población civil, sino, y a veces de manera muy asidua, a cierto sector de la academia, dedicado a las ciencias políticas y la sociología del poder. Brotan las teorías que relacionan el ejercicio de la corrupción, la impunidad, la malversación y el nepotismo con teorías que hablan de micropoderes y de cuerpos, se formula el tema como algo más que una cascada jerárquica de trasgresiones jurídicas al uso y empieza a pensarse como un estado del ser, como una configuración ontológica e incluso patológica que puede ser explicada desde maneras interdisciplinarias.
Durante el discurrir de las tesis sucesivas, que se exponen en el libro “Retos y remedios contra la impunidad y la corrupción en México” coordinado por Arturo Zárate Ruiz y publicado por El Colef, tienen su respectivo examen crítico algunas de las variadísimas facetas que componen lo que es la corrupción y la impunidad: la creciente cultura de ilegalidad, la asimilación de los traumas a nivel social, el debilitamiento del poder político de facto (estatal) frente al económico de donde mana el del narco. Es decir, se aborda, debido a la procedencia de disciplinas múltiples de los autores presentes en el volumen, desde una amplia multitud de aristas políticas, sociales, culturales y económicas.
Asimismo, y como corresponde a un problema de esa clase y magnitud, se arrojan propuestas de solución que consideran la colaboración de múltiples factores, instancias y circunstancias que ofrezcan, de manera novedosa, no la gran y definitiva solución, a un problema que se ha ido convirtiendo más en un proceso macropolítico que en un solo hecho objetual. Es decir, todos los autores y autoras coinciden en que, de pensarse en una posibles soluciones, estas habrían de ser, además de plurales, hechas a varias manos, tejidas desde diferentes contextos. Se invita, pues, y ante la inmovilidad de unos organismo gubernamentales anquilosados en su propia incapacidad para lidiar con el problema en solitario, a la participación de la sociedad civil.
Ahora, como conclusión sintética, un repaso por los temas estudiados durante el volumen. Para abrir, Marco Pablo Moloeznik analiza las lagunas legales y contradicciones jurídicas presentes en nuestro sistema de seguridad; Manuel I. Balcázar critica la presencia de una corrupción impune en las más altas esferas del poder político mexicano, llegando incluso a las esferas del gobierno nacional; Karla Villareal y Cinthya Marisol Vargas analizan las dinámicas carcelarias en los reclusorios tamaulipecos, caracterizadas sobre todo por las bandas criminales muros adentro; Vicente Sánchez pondera la ineludible realidad de que, si la sociedad civil decide intervenir en este momento y de manera activa en la lucha contra la injusticia, es porque el estado ha sido ineficaz en su lucha contra ella; por último, Olga Nacori valora los pésimos resultados mexicanos en materia de defensa de los derechos humanos.
El libro se encuentra disponible a través de: https://libreria.colef.mx/detalle.aspx?id=7790
