Los retos de la democracia en México

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jueves 5 de septiembre de 2013

En el marco del día internacional de la democracia, entrevistamos al Dr. Víctor Espinoza, investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colef  y uno de los coordinadores del libro “El deterioro de la democracia. Consideraciones sobre el régimen político, lo público y la ciudadanía en México” (2012), en el cual expone una discusión sobre el régimen y sistema político mexicano, así como de los espacios de participación ciudadana.

En su obra propone un sistema ‘semipresidencialista’ como el régimen ideal para la democracia. Espinoza considera que los sistemas presidencialistas como el mexicano han mostrado serios déficits en términos democráticos porque en principio suponen una fuerte centralización del poder, sobre todo en el ejecutivo, “y esto se reproduce de arriba abajo, es decir, desde el sistema federal hasta el sistema local”.

Para el académico, una salida intermedia que abona al proceso de democratización, se encuentra en los sistemas semipresidenciales como el francés, en donde el poder ejecutivo se divide entre un Jefe de Estado y un Jefe de Gobierno -esta es también una característica de los sistemas parlamentarios-.

En el sistema semipresidencialista, además de la división tradicional de poderes, se permite una división de trabajo entre el Jefe de Gobierno (que ante una crisis asume la conducción política del país) y un Jefe de Estado (actividades y funciones dirigidas a cuestiones de soberanía y de relaciones internacionales). Ante un problema de crisis política el sistema no quedaría acéfalo, sino siempre con dos cabezas.

Ésto podría estar más cercano a la democracia porque los sistemas presidencialistas centralizan el poder: “En los hechos, el poder legislativo y el judicial se subordinan al ejecutivo, y lo que se busca es un equilibrio de poderes”, aclaró el Dr. Espinoza.

Ahora bien, si el primer ministro o Jefe de Gobierno es designado por la mayoría en el Parlamento, el Jefe de Gobierno siempre tendría la mayoría en el gobierno, de tal manera “es más factible empujar reformas sin este problema tan profundo de gobiernos divididos”, como se le llama cuando el presidente no tiene la mayoría absoluta en el Congreso. En un sistema semipresidencialista, debido a que la mayoría designa al Jefe de Gobierno con anuencia al Jefe de Estado se garantiza que haya gobernabilidad.

El problema en democracias como la nuestra, aseguró el investigador, es que no hubo una consolidación del proceso democrático, los actores nunca se pusieron de acuerdo para transitar de un sistema autoritario a un sistema democrático “y todo se lo dejamos a los procesos electorales”; esa es una virtud a la vez que una gran limitación de los procesos electorales en este país porque a partir de estos procesos es que se han dado cambios políticos, aunque a cuentagotas. En México no hubo ni caída de un muro, ni un acto fundacional o emblemático como la muerte de Franco, “y nunca supimos cuándo empezó la transición y cuándo terminó”. Lo que vivimos día a día, bajo una fuerte cultura de desconfianza,  es que nunca nos ponemos de acuerdo.Y es que el proceso de consolidación democrática implica la destrucción de lo viejo y la construcción de lo nuevo a través de una nueva institucionalidad.

Otro resultado es que la opinión pública evalúe el funcionamiento del gobierno con una gran distancia. Idealmente la democracia es un sistema de representación, cada cierto periodo los ciudadanos votan y nombran a su representante.  Sin embargo, en México ha habido una gran distancia entre representantes y representados, cada vez los ciudadanos se sienten menos representados y cuestionan seriamente a las organizaciones públicas; en las encuestas incluso se refleja que los peor evaluados son el congreso, los partidos políticos y la policía.

Esta brecha se ha ido extendiendo, los ciudadanos no se sienten representados por los partidos políticos. Se tiene, incluso, una concepción muy negativa de la política. “La política en México es una mala palabra; es el reino de la corrupción, las artimañas, los golpes bajos”. Entonces vemos una ciudadanía que cada vez vota menos, con entidades como Baja California en que sólo vota el 30%, “cuando lo único real que tenemos son las elecciones”.

Ahora bien, para promover una democracia integral, el papel de la prensa es fundamental. en este país se informa al 80% de la población a través de dos televisoras. Y es bien sabido que uno de los mayores problemas de todas las democracias son los monopolios. Hay una fuerte concentración en dos consorcios que moldean la opinión pública cuando uno de los requisitos en una democracia es la participación ciudadana informada. “No queremos que todos participen, sino que los que lo hagan estén informados y sepan por qué lo hacen”. Lo esencial es que se opine y decida a partir de información objetiva, y no con una opinión moldeada.

Incluso el sociólogo español, Manuel Castells, sugiere romper con los monopolios a través de una sociedad de red en la que tienes acceso inmediato a otras fuentes alternas.  Afortunadamente para la democracia, “esto está contribuyendo a ser mucho más críticos con la concentración de la información en estos monopolios”.

Un régimen equilibrado consta, por una parte, de la participación informada de la población, pero por otra, lo que Giovanni Sartori llama pluralismo limitado, es decir, de un sistema de tres-cuatro partidos políticos que ofrezcan opciones. Ante esto el Dr. Espinoza agregó: “creo que el sistema de representación proporcional es positivo en el sentido de que le permite a las minorías tener voz en las instituciones”. Pues bien, la democracia es el poder del pueblo y tiene que darse a través de la representación. Incluso la participación de la minoría es fundamental para llevar a la agenda pública demandas que serán después incluidas en una agenda de gobierno.

Consolidar la democracia en México sigue siendo un gran desafío. Agregó que no está de acuerdo en que las reformas estructurales sean “la panacea” para resolver todos los problemas que presenta el país. La democracia, sin embargo, ayuda a construir agendas en donde todos los problemas puedan ser incluidos, de esta forma, la democracia es sólo el vehículo, pero el mejor de los sistemas posibles.

Para ello es necesaria una reforma de Estado en la que se cuente con agentes modernos, es decir, una clase política incluyente que no responda a agendas personales, que tenga una visión de Estado y que, independientemente del partido al que pertenezcan, sean capaces de tomar decisiones trascendentales. “Nos la hemos pasado tomando decisiones coyunturales. Tenemos una clase política muy cortoplacista”, agregó el investigador.

El problema de fondo se llama presidencialismo; que es una forma más cercana al autoritarismo que a la democracia. “No es un problema de personas, es un problema de diseño institucional”. En toda institución vertical es inevitable que quien esté dirigiendo tenga mejores condiciones para conducir un sistema autoritario que uno democrático.

Y mientras no se haga más horizontal el poder, continuaremos con los mismos problemas originados en las estructuras verticales. Esto significa dar paso a una nueva institucionalidad, en la cual se prevé un sistema semipresidencialista.

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