Los niños migrantes aprenden a vivir la masculinidad a temprana edad producto de la socialización familiar y cultural

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viernes 3 de junio de 2016

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el deber consagrado dentro de las declaraciones sobre los derechos de los niños que sugiere el goce y disfrute de una protección especial, durante junio de cada año tiene constituida las conmemoraciones del “Día Internacional de los Niños Víctimas Inocentes de Agresión” (4 de junio) y el “Día Mundial contra el Trabajo Infantil” (12 de junio) con el propósito de reconocer el dolor que sufren los niños de todo el mundo cuando son víctimas de maltratos físicos, mentales y emocionales; así como la explotación laboral remunerada o no, a su corta edad.

El Colegio de la Frontera Norte (El Colef), con la finalidad de propiciar espacios de información, desarrolla estudios de largo alcance que ayudan a entender a la sociedad el entorno en el que se desenvuelven, que a su vez generan la reflexión crítica y el análisis en distintos temas. De manera particular con relación a las conmemoraciones en mención y decretadas por la ONU, el Dr. Óscar Misael Hernández Hernández, investigador del Departamento de Estudios Sociales (DES), en sus múltiples trabajos de investigación tiene dos titulados “Trabajo y construcción de masculinidades en el norte de México” y “Migración, masculinidad y menores repatriados en la frontera Matamoros-Brownville”.

En la primera investigación en mención, el Dr. Hernández explica que la exploración de las vidas de los hombres, ante una supuesta crisis de identidad, se propagó el análisis de las masculinidades, teniendo como precedente las teorías feministas y de género; de las demandas de relaciones equitativas por algunos grupos de mujeres y de los refrendos sociales de la masculinidad y los nichos de virilidad. De ahí se deriva la construcción de la representación histórica de los hombres como trabajadores, además de incivilizados, pero que a su vez, con la supuesta lógica de que el hombre es el jefe de familia, recibe el reconocimiento social en la comunidad. El trabajo, con referencia a la actividad física, es un núcleo o ámbito de construcción de las masculinidades, y ello permite el reconocimiento de una sociedad que al mismo tiempo legitima al hombre como tal. La contraparte del trabajo es el desempleo pues suscita crisis en las identidades de género, una crisis de masculinidad.

La segunda investigación del Dr. Óscar Misael Hernández, en mención, arroja un estudio de la migración internacional en la frontera entre México y Estados Unidos; presenta un análisis preliminar sobre las encrucijadas de la migración y la masculinidad en la experiencia de menores repatriados por la frontera entre Matamoros, Tamaulipas, y Brownsville, Texas. Es decir, que indaga cómo la experiencia migratoria de los menores está articulada con un aprendizaje y una mística de la masculinidad, pues dicha experiencia constituye un ritual que refuerza los significados sobre ser y actuar como un hombre. En su tránsito migratorio, los menores conocen los anhelos personales y colectivos de ser un hombre o actuar como tal; exploran relaciones de amistad con identidad binacional.

La reflexión, en los temas que involucra a los niños de cualquier país, nos debe llevar a que la vida de los infantes no debe transcurrir oculta a la mirada de la sociedad, ni aislados o alejados de sus familias pues los hace vulnerables a la explotación, a la agresión y a las historias de abusos recurrentes en los que van relacionados los temas de migración y masculinidad. En ese sentido, la reflexión de los trabajos del Dr. Óscar Misael Hernández destacan una propuesta teórica la cual deja de manifiesto que, desde la infancia y ante coyunturas cruciales, los niños entran en un proceso de aprendizaje y mística masculina que enuncia diferentes valores.

Es decir, se puede afirmar que para los menores el migrar constituye un ritual de paso que refuerza los significados de ser y de actuar como un hombre para trabajar y aspirar ser proveedor, padre-esposo o protector de la familia; todo ello en el marco de un proceso androcéntrico de aprendizaje producto de la socialización familiar y cultural. Por otro lado, la experiencia de cruzar la frontera de manera indocumentada, representa para los menores imbuirse en una mística de la masculinidad.

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