El escritor Eduardo Galeano escribió que «no hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie» y complementa su amor hacia el fútbol diciendo que «en su vida, un hombre puede cambiar de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol».
El jueves 14 de julio comenzó la Copa Mundial de la FIFA Rusia 2018, donde se están dando cita 32 selecciones de diferentes países, y con los equipos van las hinchadas, lo que se traduce en una asistencia a los estadios en un promedio de 46 mil personas por partido coreando cánticos, reclamando las faltas y, con suerte, gritando los goles. Pasados los 90 minutos de partido, como diría Galeano, “solo queda esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido».
Para esta edición de El Correo Fronterizo, entrevistamos al Dr. Guillermo Alonso Meneses, Director del Departamento de Estudios Culturales de El Colef, autor del libro “En busca de la poesía del fútbol” y coordinador de “Offside/Fuera de lugar: Futbol y migraciones en el mundo contemporáneo”, quien nos habló acerca del fútbol como fenómeno migratorio y social.
El Correo Fronterizo: En la selección de Francia suenan apellidos como Pogba, Matuide, Dembelé, entre otros, y claro en diferentes equipos de selecciones principalmente de Europa, donde los jugadores tienen ascendencia de diversos países. Esto me lleva a preguntar ¿de qué manera se ha favorecido y/o enriquecido el fútbol de la migración?
Dr. Guillermo Alonso Meneses: No hay que olvidar que el fútbol o futbol [en México] es una práctica que emigró desde Inglaterra especialmente, y llegó como deporte inmigrante a los lugares más remotos del globo, Brasil, Uruguay, México, Sudáfrica, Australia. Y como los mangos Manila, incluso se aclimató mejor en otras latitudes lejanas a las islas Británicas. Paralelamente, entre jugadores y seleccionadores de este Mundial encontramos extranjeros de nacimiento e hijos de inmigrantes. Esto no es algo nuevo. Di Stefano, que jugó con España y en el Real Madrid en la década de 1950 y 1960, es el mejor jugador europeo de todos los tiempos, solo que nació en Buenos Aires y todavía en su senectud hablaba con acento porteño. En Rusia 2018 esto no solo lo vemos con Francia o Inglaterra, países europeos con larga tradición recibiendo inmigrantes. También lo vemos en países como Marruecos o Túnez, países «expulsores» de migrantes donde un buen número de sus jugadores nacieron en Francia pero decidieron jugar con la selección de sus padres. Con México esto ha pasado, argentinos o brasileños naturalizados vistiendo de verde o hijos de inmigrantes mexicanos nacidos en USA defendiendo al Tri. De hecho está el caso de dos jugadoras gemelas mexicanas nacidas en New Jersey, de padre mexicano y madre estadounidenses, donde una decidió jugar soccer con USA y otra futbol con México: Mónica Flores optó por jugar con la selección femenina de México y Sabrina Flores con la de Estados Unidos. Y ambas se han enfrentado en partido oficial.
El Correo Fronterizo: Como se pudo observar en el triunfo de la Selección de México contra Alemania, donde familias enteras salieron a las calles con la playera de la selección ¿Qué es lo que genera los partidos de la Selección Nacional -de cualquier país- que inclusive personas que no son aficionadas al fútbol, salgan a celebrar los triunfos?
Dr. Guillermo Alonso Meneses: El juego, cualquier juego jugado comprometidamente, suele alterar el ánimo y levantar pasiones. Ensimisma y emociona por ingredientes como el azar, la incertidumbre, la adrenalina, el talento, etc. Y eso aplica por igual para jugadores y espectadores, mujeres u hombres, mayores o menores; afros, asiáticos, nativoamericanos, europeos o mestizos. La raza humana, el cerebro y el organismo humano, es uno y el mismo en todas partes del mundo. De la misma manera que en todas las culturas y sociedades del planeta el juego está presente en la vida cotidiana y en las costumbres de unos y otros. Los torneos internacionales o las grandes competiciones deportivas en sus fases finales llaman la atención de grandes sectores de la sociedad y ahí aparecen otras dimensiones como la festiva. Al final, cuando hay una victoria como la de México contra Alemania -contra pronóstico- y contra el vigente campeón del mundo, la alegría, la tensión pasada mientras el partido no terminaba, y otros ingredientes hace que sea excusa para celebrar o gritar o bailar o emborracharse y tantas otras cosas. Como si los aficionados apostaran su estado de ánimo a todo o nada en el resultado de un juego. Después de todo, cualquier excusa es buena para celebrar una fiesta y derrochar alegría.
El Correo Fronterizo: A un sector de la población le es indiferente el mundial y el fútbol en general, sin embargo, hay otro grupo de personas que suelen calificarse a sí mismos como “intelectuales” que despotrican contra el fútbol y lo colocan como, utilizando una frase de Marx, como el opio del pueblo ¿Es una cuestión de querer desprestigiar lo que es popular o de desconocer las dinámicas culturales que suceden antes, durante y después de un partido -como ejercicio intelectual-?
Dr. Guillermo Alonso Meneses: El fútbol puede operar como opio del pueblo, pero también como todo lo contrario… que ya no sé si es abrir los ojos y tomar conciencia o despertar y recargarse de energía. Pero lo mismo se puede decir del cine, de las telenovelas o una fiesta como el carnaval. Pero las cosas ni son tan extremas, ni son tan tajantes. Albert Camus, el premio nobel de literatura francés nacido en Argel, dijo que algunas claves de la naturaleza humana las conoció sentado en un teatro y en un campo de fútbol, pues fue portero en un equipo argelino en su época de estudiante. Siempre habrá intelectuales que digan que el fútbol en México produce los mismos efectos del toloache sobre la sociedad mexicana. Pero ya somos mayorcitos y cada quien debería saber qué se mete en el cuerpo, ya sean partidos de fútbol o litros de cerveza, y sobre todo, que si no se hace con medida, los excesos pasan factura. Lo que sí sabemos es que el México del siglo XX y XXI ha tenido en el deporte grandes logros simbólicos colectivos. Y, como dice la Biblia, no solo de pan vive el hombre, también de la palabra del Señor… o, también dicen otros, de las victorias futbolísticas y de las celebraciones festivas que recuerdan a un carnaval. Claro que fueron los romanos quienes inventaron aquello del pan y circo para mantener al pueblo alejado de cuestiones socialmente importantes. ¿Pero quién nos asegura que esos intelectuales que despotrican del fútbol tienen algo mejor que ofrecernos?