Al fondo de la barrica. Contextualizando la producción del vino en Ensenada, B.C. Parte I

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jueves 15 de agosto de 2019

A través de sus investigadoras e investigadores El Colegio de la Frontera Norte (El Colef), ha estudiado diferentes elementos de la industria y la cultura de vino que existe en Baja California. Orígenes de las familias, calidad de vida y desarrollo, cadenas de valor y turismo son solo algunas de las áreas de las cuales se ha producido conocimiento que permite comprender las dinámicas que existen alrededor de la vitivinicultura de la región. 

EL ORIGEN DE LA RUTA DEL VINO

Hacia principios del siglo XVIII y con la orden de evangelizar las nuevas tierras, los jesuitas comenzaron la construcción de misiones en Baja California. Tras la expulsión de éstos en 1767, los dominicos continuaron con las labores inconclusas, administraron las misiones ya edificadas e incluso construyeron otras nueve misiones, de las cuales se cimentaron en la zona que hoy es conocida como La Ruta del Vino: la Misión de San Vicente Ferrer; la Misión de Santo Tomás de Aquino; y la Misión en el Valle de Guadalupe. Pero, ante el cambio, los españoles no se desprendieron de sus actividades, continuaron con la producción y consumo de vino, de acuerdo al documento “La Ruta del Vino de Baja California” elaborado por la Dra. Nora Bringas (El Colef), José Quiñonez y César Barrios.

Sin embargo, sería hasta 1888 que los señores Andonaegui y Ormart fundaron oficialmente la primera vinícola de Baja California: Bodegas de Santo Tomás. Otro suceso que destaca el artículo citado es la llegada de los rusos al Valle de Guadalupe. En 1917 se plantó el primer viñedo ruso en el valle. Para 1950 existían alrededor de 12 casas vitivinícolas en el estado. Entre 1960 y 1970 se establecen las grandes empresas productoras de vino. Es a partir de 1980 que otras casas vitivinícolas de producción más pequeña, en comparación con las empresas, comienzan a crecer. 

Es este crecimiento exponencial en poco más de un siglo y los en las dinámicas del turismo, lo que ha posicionado al Valle de Guadalupe como un destino obligado en el estado, tanto para sommeliers como para personas que buscan una experiencia natural, cultural y rural en términos turísticos. 

¿QUÉ HERENCIA FOMENTÓ EL DESARROLLO VITIVINÍCOLA EN LA REGIÓN? 

Un reencuentro histórico ha sido trazado a partir de investigaciones interdisciplinarias, en las que sobresale el estudio que realiza la Dra. Araceli Almaraz, investigadora de El Colef, quien ofrece en sus columnas de opinión “Marca Propia”, investigaciones históricas del desarrollo industrial en la localidad, las cuales son presentadas como etapas.

El asentamiento poblacional inició en el siglo XIX, en la región de Tecate y el Valle de Mexicali, Valle de las Palmas, Valle de San Vicente, el de Ojos Negros, y el de Guadalupe (2019), y se dio a la par del primer arranque en la cosecha de uva del estado. Lo privado prepondera en esta etapa, así como la llegada de los principales emprendedores asociados con mexicanos, que incluye a bodegas Santo Tomás y Cetto. 

La segunda y tercera etapa acontecen durante la segunda mitad del siglo XX, y llevan el proceso de producción de vino, hasta nuestros días, a la modificación de los contextos en que se favorecieron producciones artesanales y privadas. A partir de finales de la década 1960 y sobre la década de 1980, el proceso de expansión detonó y fue causa de la recepción de nuevos contendientes en la región (como Casa Pedro Domecq o la aparición del vino blanco Chenin Colombard de Monte Xanic), que ofrecieron alternativas en el producto, acrecentando la demanda.

De igual manera, narra la historia de las instituciones de origen civil que propusieron cuidar la región vitivinícola. En agosto de 1941 el nacimiento de la Asociación Vitivinícola del Territorio Norte de Baja California A.C., tuvo como propósito “el fomento de las industrias vitivinícolas del territorio norte” (2019). Sus integrantes colmaban el perfil de hombres acaudalados, negociantes, dinámicos , un grupo de élite que persiguió una visión de preservación y desarrollo. 

En 1991, la Fundación del Valle de Guadalupe propone en su agenda, como respuesta a las inquietudes urbanas y rurales, la valía de un programa de corte alternativo que puede ofrecer e impactar a su respectivo proceso turístico. Este auge, de abundancia económica, caracteriza la herencia festiva que reina en la localidad. Así se invita al turista extranjero a experimentar su visita. Desde hace 28 años se organiza la Fiesta de la Vendimia, como un reflejo de celebración que se imprime en el paisaje.  

¿CÓMO ES VIVIR EN LOS VALLES VITIVINÍCOLAS DE ENSENADA?

Como se mencionó, Baja California y particularmente Ensenada, es la capital nacional del vino en México y existe una clara construcción de la identidad de los actores alrededor de la industria vitivinícola. El impacto de esta actividad es importante tanto a nivel socioeconómico como territorial pues ha sido el motor de desarrollo de la zona. La región ha mostrado capacidad para generar productos y servicios a nivel nacional e internacional, esto ha dado surgimiento a una gran variedad de actividades turísticas y recreativas, ¿pero qué ocurre con la población que habita en esta región? ¿en qué condiciones viven? Estas y otras cuestiones son explicadas por la Dra. Sárah Eva Martínez Pellegrini, investigadora de El Colef, en el capítulo “La generosidad de los territorios del vino. Desarrollo y calidad de vida en los valles vitivinícolas de Ensenada, Baja California, México” (2018), en el libro “Transformaciones productivas, inmigración y cambios sociales en zonas vitivinícolas globalizadas”.

De acuerdo a los datos del cuestionario Diagnóstico Socio-Económico de los Valles Vinícolas de Baja California, 2012, la Dra. Martínez muestra que el 48.14% de los jefes de hogar se dedican al sector primario, es decir, extracción y obtención de materias primas. Este resultado muestra la dependencia de la región en actividades orientadas a la agricultura.

Lo constante de la actividad agrícola en los valles ha permitido mantener una cierta estabilidad laboral. El 58.8% del total declaró tener un empleo permanente, mientras que el 38.5% señaló tener uno temporal. Sin embargo, la estabilidad laboral no necesariamente va relacionada con un nivel de ingreso económico positivo. Al respecto, cerca del 68.40% de las viviendas concentra un ingreso de entre 501 a 2 mil pesos por semana; 9.38% recibe ingresos por debajo de los 500 pesos semanales. 

Una cuestión que también debe de abordarse es la educación. A nivel estatal, el 2.96% de la población total no ha recibido ningún tipo de educación, este porcentaje asciende a 4.56% si se contabiliza solamente a la población de Ensenada, pero este porcentaje asciende a niveles preocupantes cuando se considera que el 37.5% de los jefes del hogar en la región de valle no cuentan con ningún nivel de escolaridad. 

Lamentablemente, tal como señala la especialista, el 58.7% de los sujetos en edad escolar no estudian. Existe dos principales factores: el hogar necesita de un ingreso económico, es decir, necesitan trabajar y aportar dinero para solventar gastos y necesidades. Por otra parte, son los padres los que no dan permiso para que estudien; no se considera al estudio como una actividad útil o necesaria. 

Sin embargo, un dato que contrasta con el nivel de ingreso y educación es que, la mayoría de la población percibe a la región como un entorno positivo para el desarrollo familiar. Un 16.5% se percibe en un nivel alto de desarrollo, acompañado de un 46.75% que lo siente a un nivel medio. Factores que podrían influir en esta percepción son que el 77% de la población es propietaria del lugar donde residen, De igual manera, el hacinamiento familiar es prácticamente inexistente, dado que durante la encuesta no se detectaron concentraciones familiares altas por vivienda, 48.4% de las viviendas tenían de cuatro a seis habitantes. 38% de uno a tres; y solo el 13.2% más de siete integrantes. Y casi el 90% de la población tiene acceso a la salud.

Este territorio regional cuenta con el potencial de un sector agroindustrial de alto valor agregado y servicios especializados en los diferentes eslabones de la cadena productiva del vino. Esto representa un abanico amplio de posibilidades y oportunidades de mejora territorial y de mejora en las condiciones socioeconómicas de la población que habita en los valles agrícolas.


Bibliografía:

Almaraz Alvarado, Araceli, 2019, «Fiestas de la Vendimia: marca propia de Ensenada, Baja California», Correo Fronterizo. El Colegio de la Frontera Norte, , vol. 10, núm. 357, pp. 1-2.

Almaraz Alvarado, Araceli, 2019, «La historia vitivinícola en Ensenada, Baja California: Hacia las Fiestas de la Vendimia Ii. Marca propia», Correo Fronterizo. El Colegio de la Frontera Norte,vol. 10, núm. 359, pp. 1-2.

Quinónez, J. J., Bringas, N. L., & Barrios, C. (2000). La Ruta del vino de Baja California. Patrimonio Cultural y Turismo, 18, 131–149. Recuperado de https://patrimonioculturalyturismo.cultura.gob.mx/publi/Cuadernos_19_num/cuaderno18.pdf

Martínez, S. (2018). La generosidad de los territorios del vino. Desarrollo y calidad de vida en los valles vitivinícolas de Ensenada, Baja California, México. In M. J. Sánchez, F. Torres, & I. Serra (Eds.), Transformaciones productivas, inmigración y cambios sociales en zonas vitivinícolas globalizadas (pp. 403–434). Tijuana, México: El Colegio de la Frontera Norte.

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